Lourdes Peruchena
Marina Cardozo
II. Género y memoria: “no nos quitarán nuestro aquelarre”.
La historia de género parte de la idea de que lo femenino y lo masculino no son hechos naturales sino construcciones culturales, por tanto netamente históricos y de ahí la gran utilidad de la categoría. Lo que implica, entonces, la apertura de una brecha que permite resquebrajar el modelo axiológico binario que asocia mujer-naturaleza y hombre-cultura, considerando la columna de lo masculino como superior y por tanto modélica.
Observando la producción historiográfica nacional referida a la historia reciente concluimos que aún es necesario elaborar investigaciones vinculadas a los procesos y fenómenos sociales y políticos en contexto de dictadura y represión política.
Aportando en ese sentido es que nos proponemos apelar a la memoria. A la memoria de mujeres anónimas que compartieron la experiencia de cárcel durante la dictadura. Nos serviremos de la memoria en tanto herramienta para interrogar, para conocer las formas en que las mujeres construyen su sentido del pasado. Esto es, abordaremos el funcionamiento de la memoria/de género en relación con los presupuestos de género en sede carcelaria y por razones políticas. Tal vez sería interesante hacer una investigación similar pero referida a un universo de presas comunes, y cotejar los resultados obtenidos.
La propuesta es investigar la conservación, resignificación u olvido de ciertos presupuestos de género y observar cómo lograron sobrevivir o adaptarse o fueron, justamente, desechados, por efecto del encierro y/o la tortura o cualquier otra manifestación de violencia sufrida en esas condiciones especiales de vida. Entonces es necesario establecer la contribución que deviene de la aplicación de la perspectiva de género en el estudio de la memoria. En tal sentido encontramos que, ya en el origen, la represión, la violencia, la propia memoria, tienen género. Si nos hacemos una composición escénica, tendemos a situar de un lado a las mujeres en tanto víctimas (muy pocas veces se presta atención a las carceleras): presa, torturada, madre, abuela o esposa de desaparecido, desaparecida ella misma, etc.; del otro lado, enfrentados, situamos a los militares, en el sitio del dominador: represor, violento, torturador, homicida, etc. “Los símbolos del dolor y el sufrimiento personalizado tienden a corporizarse en mujeres /…/ mientras que los mecanismos institucionales parecen ‘pertenecer’ a los hombres”, señala con acierto E. Jelin (Jelin, 2001:129).
Luego, como mencionamos antes, la represión tiene género, ya que impacta a hombres y mujeres de forma diversa, desde que unos y otras se inscriben en un sistema sexo-género asimétrico, jerarquizado. Una jerarquía en cuya cúspide está el militar, hombre, y donde las mujeres (y otros miembros de la sociedad) son subordinadas. Según Jean Franco los torturadores se apoyaban en su poder cuasi absoluto para generar dolor y sufrimiento (Jelin:131).
La experiencia de la prisión fue conservada por las mujeres: su memoria la contuvo durante todo este tiempo y la conduce hoy hasta nosotros. A la hora de sacarla a luz pública y de compartirla, las ex presas políticas adoptan caminos diversos: la entrevista personal, los talleres o foros inter pares, la literatura, la expresión plástica, etc. Respecto de la literatura es posible encontrar producciones elaboradas en sede carcelaria¹, testimoniales que retoman una tradición de la literatura latinoamericana² pero que son novedosos por provenir de autoras mujeres, tradicionalmente silenciosas/silenciadas.
En Uruguay buena parte de las ex presas políticas han optado por hacerse oír preferentemente a través de talleres, siendo la elaboración literaria producto de esta experiencia. Tal es el caso de los tres volúmenes de Memoria para armar³, generados a partir de una convocatoria del taller Género y Memoria, algunos de cuyos testimonios hemos utilizado en esta investigación. Como señalan en el epílogo del recientemente aparecido tercer volumen: “Nuestra tarea es (…) recoger y publicar testimonios de mujeres y a ellas encargamos la urdimbre del recuerdo.
Recuerdos, apenas briznas de sucesos vividos por participantes anónimas aunadas en una voz coral que revive para nosotras a veces una desnuda sucesión de hechos, otras, la intensidad de un momento o la reflexión crítica y dolorosa”(Taller Género y Memoria, 2003:7). Para el trabajo de campo elegimos presupuestos altamente significativos en la teoría de género, a saber: formas de la comunicación, maternidad y hogar/ casa. No obstante y a los efectos de reconstruir adecuadamente el marco conceptual hemos introducido al cuestionario de la entrevista aspectos importantes en tal sentido, como ser cuándo y por qué fue tomada prisionera, a qué cárcel fue conducida, cómo era dicha cárcel, etc.
III. La cárcel/ la casa: porque una casa es un lugar libre y una celda es una prisión…
¿Cómo era la cárcel? , ésa es la pregunta inicial que señala el momento para dar rienda suelta a la memoria.
Llegar hasta las construcciones de la cárcel no era fácil ni rápido: había que recorrer primero cinco kilómetros desde un camino principal, pasar el control, y luego, caminar dos kilómetros más hacia adentro, hacia nosotras, hacia el encierro. Implicaba tanto para ellas como para quienes las visitaran, ir desprendiéndose poco a poco del exterior, es decir, de la libertad y del espacio público. La lucha, la rebeldía, iban quedando por ahí, diseminados a lo largo de ese trayecto…
El edificio principal del Penal de Punta de Rieles, el lugar de reclusión de las presas políticas mujeres, estaba constituido por los celdarios y anteriormente había pertenecido a una orden de religiosas. En éstos se alojaban cinco sectores desde el A hasta el E. Cada uno de estos, clasificados según la peligrosidad de las presas, tenía su propio color señalado en la parte delantera del uniforme gris. Cada sector, incluyendo “la capilla” (espacio más amplio que los otros y que originariamente constituía la capilla del seminario) alojaba a unas 40 mujeres. En la capilla no había celdas, en cambio, en los otros sectores, los espacios se dividían en celdas ocupadas por 20 presas cada una.
Además de los celdarios, existían dos barracas divididas en dos alas. La comunicación era posible en las barracas al interior de cada ala, en cambio, en los celdarios, sólo con la gente del propio sector. Los sectores (…) del celdario estábamos totalmente incomunicadas, incluso cuando pasaban nos teníamos que dar vuelta (…)⁴
La realidad de barracas y celdarios era completamente distinta, dado que mientras que en las primeras se podía salir y tener más contacto con el exterior, así como con las otras presas, en los celdarios esto ocurría solo en los horarios de recreo (había uno en la mañana y otro en la tarde) y la comunicación se limitaba a las compañeras de celda y/o sector. También, en cuanto a la estrechez de los lazos entre las presas, las circunstancias variaban entre barracas y celdarios, puesto que en las barracas vivieron las denominadas “colaboradoras” (con los represores) quienes no se comunicaban con las demás presas, a pesar de convivir con ellas.
Son dos realidades totalmente opuestas, la de las barracas y la de los celdarios. En el celdario de alguna manera la convivencia era muy estrecha y tenías que buscar la forma de convivir bien. Había mil formas de que las diferencias de personalidad y de todo tipo se limaran. En las barracas lo que sucedió fue que ellos llevaron en principio a la gente que estaba por salir en libertad, después a la gente colaboradora, y después mezclaron gente de todo tipo, a la que ellos consideraban que premiaban llevando a la barraca. Por eso en las barracas lo que primaba era el individualismo. Llegó a haber cien personas en cada barraca, entonces se pudo armar una despensa común, pero las relaciones eran difíciles. Como el régimen de la barraca consistía en que estabas afuera todo el día, entrabas sólo para dormir; entonces podías tener tu núcleo de gente o no tener a nadie, o estar sola o lo que quisieras…” (GV)
Las presas debían realizar trabajos forzados. Entre ellos trabajos generales como albañilería, cortar el pasto, cocina. O también tareas de quinta, pero estaban especialmente excluidas de la tarea de plantar allí, lo que era realizado por quinteros. Una de las tareas realizadas por las presas era darle vuelta a la tierra, lo que significaba para algunas la posibilidad de entrar en contacto con el aire libre, el cielo y el sol.
“... al principio cuando nosotras llegamos estábamos totalmente de acuerdo con salir a trabajar, porque era una posibilidad, por más de que las condiciones no fueran las ideales, de salir al aire libre, yo que sé, de estar en contacto con la tierra, con la naturaleza (…).y no estar encerrada en esa celda hacinadas, no? Lo que pasa es que después en un determinado momento ellos convirtieron el trabajo en un castigo, entonces (…) ya no era saludable digamos porque te sacaban (…) con heladas, con escarchas, con uno frío espantoso y te dejaban ahí carpiendo, sin saber ni qué destino tenía eso, no tenía ningún destino productivo, ni nada.(G.V.)
Pero para otras representaba un castigo: …nos hacían remover la tierra día tras día, algunas veces sembrábamos semillas, pero como a la mañana siguiente carpíamos, aquella simiente nunca sería cosechada, aquel vientre/ tierra nunca daba frutos, como nosotras…
En cuanto a las fases de los años vividos en el Penal de Punta de Rieles, puede verse la influencia ejercida por la dirección, jefes o encargados del Penal:
“...yo viví cambios de dirección. viví siempre con la dirección del Penal a cargo de Barrabino, que era…(…) un señor feudal adentro del Penal y hubo una gran cantidad de diferentes encargados de detenidas a lo largo de ese tiempo, y entre ellos al poco tiempo apareció Victorino Vázquez que había sido el que me detuvo a mí y detuvo a una cantidad de gente del Partido, era un tipo sanguinario, que le decían la bestia entre ellos....”, recuerda E L.
(…) Silveira ese fue peor todavía que Vázquez.. Si mirá... Silveira llegó y llamó a todo el mundo que había torturado él.”⁵
También es posible identificar diversas fases a partir del uso del trabajo como práctica de tortura:
“Lo que yo sé es que en el 77 por ahí, el trabajo era muy brutal (…), había dejado de ser una forma de salud, diríamos, para convertirse en un castigo. Eso se debió al aumento de la cantidad de horas de trabajo: te sacaban a veces toda la mañana desde las 7 de la mañana hasta las 12 del día, pero el trabajo no era productivo, no hacías nada que tuviera un objetivo, y eso se alargó unos cuantos años, yo te diría hasta el 80 por ahí…y después había trabajos especiales que los hacia por ejemplo la gente que estaba en la barraca, el trabajo fue un medio que ellos usaron para diferenciar a la gente también. La mayoría de los sectores lo que hicieron fue adoptar la actitud de hacerlo con desgano, es decir, salían y se paraban con la azada y no trabajaban nada, en mi sector no optamos por eso, optamos por hacer un trabajo lo mas racional posible, digo, no reventarte, pero tampoco pararte con la azada ...”.(G.V.)
Las mujeres han sido definidas y han adquirido identidad en relación con el espacio de la domus. “El ethos de la mujer, retomando el sentido etimológico de ethos como ‘habitación’ y como ‘carácter’, sería su pertenencia a un solo sitio /…/”, que es la casa, “el lugar donde su ser acontece, donde su vida cobra sentido, donde se realiza y desde donde es definida. La casa-hogar como locus adquiere un sentido cuasi ontológico como un ‘ser-en’”(Molina Petit, 1994: 135).
Estas mujeres que habitaban la cárcel, venían de una casa, de un hogar, o proyectaban crear uno. De modo que preguntamos acerca de ese espacio anterior, preguntamos a propósito de los sentimientos que despertaba esa “casa” de la que venían, que era una forma de instalarlas en un antes, en un pasado, tan diferente del lugar que “debieron” habitar, la cárcel.
En la casa de mi familia, de mis padres, me encantaba mi cuarto porque era divino (…) con una gran ventana al jardín del fondo muy linda,... me gustaba…Siempre estaba lindo arreglado con cuadros, con cosas que me gustaban, con todas las cosas que me gustan... Por ejemplo, en mi casa siempre nos gustaron mucho los animales, sobre todo los perros, siempre hubo perro en mi casa, no uno cualquiera con cadena en el fondo… era integrante de la familia… teníamos un jardín enorme..”.( E.L.)
La casa representaba para E L, que al ser detenida es una mujer de 40 años, un tiempo pasado, un tiempo de felicidad, estructurado a partir de los patrones tradicionales que asocian a la mujer con la casa-hogar, aunque fuera su casa paterna. La casa implica para las mujeres el ser-en, el desarrollo de un ethos particular.
Mientras que en G V, quien cae presa con apenas 23 años, aún no se habían producido estas construcciones:
“Yo estaba clandestina y no tenía casa propia, había vivido siempre con mis padres. Después viví en distintos lugares...siempre en situación de clandestinidad”.
“Prefería un lugar que nosotros le llamábamos “el patio”, que era donde estaba la televisión, comunicado con la cocina. Y que era el lugar de reunión, de estar, donde se conversaba, donde se comía también”.
Durante muchos años de sus vidas, la celda pasó a ser su “casa”, de modo que la pregunta surge a propósito de si fue o no posible recrear la idea de casa en la celda. Algunos testimonios refieren la existencia de mesas de luz, para cada reclusa, hechas con maderas que se colocaban debajo del colchón de cada cama: en general tratábamos de tener una tabla que se metía abajo, arriba de cada cucheta y era como nuestra mesa de luz (E.L.)
La casa, al representar el pasado perdido, deviene en bastión de un perseverante esfuerzo por recordar, en una nueva forma de lucha. El recorrido camina literalmente por la casa, en un esfuerzo visual pero también físico, táctil, de cuerpo que se desplaza por los lugares de la casa realizando un inventario de lo poseído afectivamente. ¿Qué más cercano al esfuerzo mnemónico de una mujer que la casa, considerado el espacio al que pertenece?
“En lo cotidiano te das cuenta que tenés que hacer cosas de recuerdo porque se te van olvidando las cosas.... y me ponía a pensar como era mi casa… ¿que estaba en el comedor a la izquierda, ¿que estaba...? y ¿que había en el comedor? ¿qué cuadros había, qué otra cosa había? Y venía el living y el dormitorio… tenías que recrear esas cosas…..”
Algunos testimonios niegan la idea del adorno de la celda, otros la señalan:
“Bueno y la recreación de la casa en el penal era tener en lo posible una flor, una florcita en la tabla esa que teníamos entre las dos cuchetas y tener libros.. y tener… tá lo mínimo lindo que podías tener.“
“Y las flores era... un yuyito, una hojita... por ejemplo Gladys Castelvecchi, sabés lo que hizo Gladys?, hizo una cosa fantástica, Gladys se fue trayendo de a poquito en el bolsillo tierra, de a poquito, es decir una cosita así hoy y otra cosita así mañana… porque tampoco podías traer más.... entonces puso una plantita en esa tierra y empezó a plantar las semillitas de naranja y tuvo un bosquecito de naranjas.” (E.L.)
El poder tener una pequeña planta (aunque también una hojita, una flor), recrear en el Penal, lugar de represión de la vida, la vida misma. La planta o la flor quizá representen el jardín interior, lo individual, urgido por la necesidad de cura intensa. No necesariamente un “arreglo” de la “celda-casa” sino más bien, una revalorización de lo íntimo. No un adorno, sino un signo del mundo interno, con puentes de comunicación hacia las demás compañeras.
El encierro produce una situación especial y traumática donde las fronteras de lo íntimo y lo público, que tanto han preocupado a los historiadores modernos, parece diluirse a partir de las circunstancias forzadas por la represión. Lo privado y lo público constituyen, no obstante, la misma trama mejorada, enriquecida. La comunicación con “lo público” (entendido como las compañeras y la relación con los familiares en los espacios permitidos) es esencial, y por lo tanto más interior: más pensada, más elaborada, más soñada. Lo interior se enriquece, llenándose de símbolos a través de pequeños mensajes cargados de todo lo posible de ser expresado, está más que nunca en contacto con las “fronteras del yo” hacia el exterior. Todo lo no-dicho, y que crece hacia adentro, magnifica el “afuera”, cargado de potencialidades “omnipotentes”, re-dimensionando ambos espacios, dando a cada uno un sentido maduro, de crecimiento-mujer. La casa se repliega para extenderse.
“Yo no la recreé en la celda., yo consideraba la casa, el hogar, como una experiencia totalmente distinta a ese estar institucionalizada, al estar obligadas a convivir muchas en un área de dormitorio, no, no había punto de comparación con una casa”(G.V.)
Los testimonios coinciden en la imposibilidad de asimilar o de recrear la “casa”, en el sentido de “hogar”, a la celda: “... Porque una casa es un lugar libre y una celda es una prisión que si la podés embellecer, pero nunca…”(E.L.)
“No, no. No, no para nada. Porque ese era un lugar de dormitorio y de estar y todo junto. En la casa en cambio hay distintas áreas y distintas formas de relacionamiento también... mirá, no recuerdo que nadie haya intentado reproducir… ”
E: mesa de luz no tenías...o algo semejante?
GV: no, a veces fabricábamos con algún cajón, alguna cosa, pero tampoco viste? Y lo que había era bolsos debajo de la cama.... Aparte de tener el locker, si tenías muchas cosas, tenías bolsos debajo de la cama. (…)
E: y cosas así como plantas o flores?
GV: no, nada, nada de eso.”(G.V.)
Si bien en el caso del testimonio de E.L. puede verse el intento o la posibilidad de “mejorar” las condiciones de vida en la celda, que para G.V. no admite embellecimiento posible, en los hechos ambas reflexiones expresan la imposibilidad de recrear la casa en la celda y el sentirse privadas de la libertad que ello conlleva, al encontrarse en una situación de encierro, “institucionalizada”.
¿Recuerdas el caso de alguna presa que sí hubiera podido desarrollar la idea de “casa” dentro de la celda? ¿Qué la diferenciaba de ti?
“…no nadie, nadie, tenías lo mejor posible porque tampoco era cuestión de martirio, ¿no?” (EL)
“...es que yo no recuerdo que nadie intentara eso....vos tratabas de hacer lo más confortable posible tu habitat pero tenías clarísimo que estabas institucionalizada, estabas obligada a vivir en determinadas condiciones que no eran, que no tenían nada que ver con la vida en el exterior, y en una casa”.(G.V.)
¿Cómo se siente distinto el “afuera” de la cárcel que el “afuera” de la casa?
Las respuestas tienen que ver con la salida de la cárcel más que con el antes de caer presas. Básicamente nuestras entrevistadas se refieren a dos ideas: la libertad, el espacio abierto y las posibilidades de hacer todo, que luego, en realidad, no serían tales.
“... el afuera de la cárcel es la libertad, es todo, es la vida, es la gente, es los amigos, es la familia, el hacer cosas y el afuera de la casa es lo normal, lo cotidiano, la prolongación de afuera, la prolongación de tu vida, pero no con la intensidad del de afuera de la cárcel, no? (…).
“Esa era la libertad, la unidad de espacio sobre todo, porque el espacio es tan chiquito dentro de la cárcel, te aprisiona el espacio, en cambio en el mar, en el campo, todo eso son espacios enormes, que te da la libertad”.(E.L.)
El afuera desde la cárcel es el más intenso, da rienda suelta a las posibilidades “omnipotentes”, pero indica la pérdida de años vitales, irrecuperables. El hecho de destacar el no sentirse desprotegida frente a la salida de la cárcel, en definitiva, constata la idea de espacio cerrado, de oclusión, que envuelve a la presa, que desde el momento de recuperar la libertad debe empezar desde cero. La cárcel como espacio grande interior se refleja desde los elementos o utensilios de uso diario. La casa se empequeñece como interior, el exterior crece en potencialidad:
“... las sensaciones cuando salí de la cárcel, de la reinserción en mi casa...por ejemplo yo veía las cosas como muy chiquitas, me acuerdo del cucharón porque acostumbrada a trabajar en la cocina del Penal donde las ollas eran enormes, se cocinaba para el batallón y para las presas…
“Ahora yo no me sentí desprotegida cuando salí de la cárcel. Lo que sí sentí que no tenía nada, como que tenía que construir todo de nuevo. Como que el salir de la cárcel si bien yo me reinsertaba, lo hacia con muchos años más. Era una mujer adulta y tenía que hacerlo en la propia casa de mis padres No tenía nada propio, no tenía mi apartamento, mi casa, como que volvía a una situación de dependencia adolescente. Eso fue muy, muy duro, .muy difícil. Es decir, tenía como que reconstruir todo el mundo de nuevo, empezar de cero un montón de cosas, y como que había una cierta omnipotencia, eso que se nos ha criticado tanto a la generación del 60, que éramos omnipotentes, que nos creíamos que podíamos todo. Cuando yo salí, yo creo que conservaba algo de eso, me parecía como el tener la libertad era tener todas las posibilidades abiertas...estudiar, trabajar....hasta el punto que no me dio la respiración para eso y me reinserté en el IPA⁶ cuando salí. Pero había como una sensación de que sí, que bueno una vez que estabas liberada como que tenías todo el mundo abierto, todas lasmposibilidades.” ( G.V.)
IV. Formas de la comunicación: Yo te diría que lo que se decía era: “Las quiero mucho”
Consideramos que la experiencia de las mujeres “no depende directa y linealmente del evento o acontecimiento, sino que está mediatizada por el lenguaje y por el marco cultural interpretativo en el que se expresa, se piensa, se conceptualiza”.⁷ Es definitiva la respuesta de GV, cuando sostiene que todos los intentos de comunicación tienen que ver con el ser mujer, y nos lo explica planteando que había un intento constante de comunicarte con las que tenías prohibido comunicarte, esa necesidad me parece a mí que es muy emotiva, porque nunca ibas a poder comunicar nada muy largo ni nada muy jugoso racionalmente, con mucho contenido conceptual. Era simplemente el contacto, y eso me parece que es muy femenino, lo que había era un intento de vencer la incomunicación que nos imponían. Pero era una necesidad más afectiva y más emocional que otra cosa, me parece.
Entonces, cuando la incomunicación era la regla impuesta, cuando la palabra dicha o incluso mirarse estaba prohibido, la comunicación asume perfiles de verdadero desafío:
Seguimos nuestra marcha en silencio total; ellos no hablaban, a nosotras nos lo prohibían, Casi pegada a mi nuca empecé a sentir una fuerte respiraciónagitada; la petisa desesperada seguía intentando comunicarse con señas en mi brazo. ¡No te muevas, es un perro! ¡Te puede atacar! Inmóviles, encapuchadas y después de más de media hora de viaje (…) llegamos a nuestro lugar de destino, un cuartel (…)”(Taller Memoria y Género, Lequio, 2003:171)
Los seres humanos somos animales sociales por excelencia, de modo que siempre encontraremos el modo para “decir”, incluso por la respiración. En esa circunstancia el gesto asume el protagonismo, e incluso con los ojos se hablaba mucho también. Recuerda E L que durante las sesiones de tortura, en una de las veces las pasé agarrada de la mano de una muchachita que tenía un anillito… y todo el tiempo agarrada, no sé cuantos días estuvimos ahí agarrándonos cuando nos tocaba estar juntas y no sabíamos quienes éramos!!!
El silencio se vuelve decididamente elocuente porque se carga de sentidos, según el contexto.
Así nos lo relata Selva Braselli:
Cuando del calabozo nos desaparecieron a Blanca en una madrugada, nos dijimos que ‘nunca más’ y organizamos cuidadosas y ordenadas guardias nocturnas. Aprendimos a pasar la cabeza entre las rejas y a gritar avisos contra el viento. Y manejamos también lenguajes de silencio con las manos, armando, tras la señal de ‘va mensaje’ dada por una canción acordada como clave, el idioma mudo del diccionario en el alféizar de una ventana sita en una pared cuyo ángulo con la pared con ventana del sector vecino permitía suficiente visual. (Taller Memoria y Género, Braselli, 2003: 253)
La comunicación se transformó en uno de los fenómenos claves de la vida en la cárcel. Incluso aquellas mujeres que antes de estar en prisión no eran comunicativas, “aprendieron” el valor de estar comunicadas y desarrollaron estrategias a veces increíbles: “…yo no era muy comunicativa, me gustaba mucho escribir pero no soy muy expresiva”, también participaron de los nuevos códigos que apostaban fundamentalmente a la gestualidad:
“…tenias que inventar un lenguaje que podía ser el saludo, tocarte la cabeza, yo que sé, si estabas en espera de que te atendiera el médico por ejemplo, tosías, te hacías sentir de alguna manera, y después con sonrisas. Recuerdo de los viajes en carromatos que nos llevaban de distintos sectores, los viajes que hacíamos para el hospital, entonces ahí era solamente con miradas, y con de repente unas sonrisas…si escapaba a la vigilancia de los soldados…” (G.V.)
En la relación con las carceleras, la solución era distinta a la que se daba con las compañeras presas. Era notorio el escaso nivel educativo de las carceleras, por lo que el vínculo con las presas, buena parte de las cuales contaba con nivel universitario, se tornaba aún más complejo. Esta disparidad habilitaba a las presas a “vengarse” y divertirse, creando motes a las milicas y les poníamos todo tipo de nombretes…(G.V.)
Por ejemplo, E.L. recuerda a la Ceru, que “empezaba a pasar lista y decía: ceru cuarenta y dos, ceru treinta y ocho… (risas) y ahí le quedó la “Ceru”, o a la Payasito porque era una mujer que no tenía nada que ver con la cuestión militar, era buenísima pero a la gerundio, porque decía: “Entrando, saliendo, caminando”, (risas), y la Macunaíma, porque era así como grandota, negroide…(E.L.)
G.V. hace su aporte recordando a dos parejas de cabos mujeres, encargadas de la guardia, a las que habían denominado Tristeza y Alegría y Gritos y Susurros, respectivamente. A éstas las habían identificado con el nombre del reconocido film de Bergman porque “una era muy pacata, de hablar suavecito, mientras que la otra se enervaba y gritaba.”
En otros casos los motes se inspiraban en las características físicas de las soldados, que resultaban “animalizadas”, por sus prisioneras: la tigresa del oeste, mamá osa. Las presas creaban un código que demuestra cómo la formación de redes de mujeres no siempre responde a un objetivo común y solidario. Muchas veces rivalizan y, justamente, la situación de cárcel política es especialmente rica a la hora de analizar la conformación y el funcionamiento de las redes de mujeres.
Las situaciones más difíciles, como la permanencia en el calabozo para cumplir una sanción, permite el desarrollo de nuevas e ingeniosas formas de comunicación de las presas, tanto de la que estaban “adentro” como de las que estaban “afuera”.
…en el calabozo, vos sabés que se comunicaban por morse o se comunicaban a través de la puerta, moviendo los dedos…”(E.L.)
Nuevamente, encontramos retazos de la impronta genérica en esos casos específicos, como las manualidades: un mensaje de supervivencia, de afectividad, que podemos relacionar con la “razón práctica” que, desde Kant, se viene adjudicando a las mujeres.
“…la gente que estaba en calabozo dejaba metidas cositas, se hacían florcitas de miga de pan, y se dejaban adentro del colchón, o se hacían pequeñas manualidades con hilachas de las frazadas o de los colchones y eso se dejaba como un mensaje para quien viniera después…
Las presas lograron feminizar la cárcel, un espacio, institución, situación, netamente masculina. Recrearon su percepción de la cárcel como una instancia femenina: porque no había nada masculino… todo lo masculino estaba vestido de verde… El militar, el represor ha dejado de ser hombre, como ellas han dejado de ser mujeres.Enfrentados, unas y otros se perciben como cosas, como objetos.⁸
No obstante, aunque ellas no lo reconozcan, se dieron formas de comunicación consideradas como propiamente femeninas. “Se acercaba el 1º de mayo y decidimos festejarlo a nuestro modo. Se pidió a algunos familiares que nos enviaran algunas bombachas de nailon rojo y con ellas se confeccionaban multitud de rositas rojas, que se obsequiaron a cada una de las compañeras en un gesto simbólico. Nosotras ya llevábamos calentándola, al pecho, aquella rosita roja, pequeña y delicada, símbolo de la pasión y el amor universal” ( Taller Memoria y Género, Cobas, 2003:43).
O el hablar de los hijos, como recuerda una anécdota vinculada a la tupamara Jessie Macchi: “Ella era una de las rehenes y quedó embarazada. Por esa época trajeron a las rehenes al Penal y ella tuvo una nena a la que llamó Paloma. No la podíamos ver, pero una vez fuimos a tender la ropa y las del sector B, donde estaba Jessie, hablaban con Paloma, o lo hacían entre ellas para que nosotras oyéramos. Una decía por ejemplo: ‘Qué bonita que estás! Qué grande! o ¡Qué rica! o ¡Cómo toma la leche’. Yo que sé, cosas cotidianas. Cuando las del sector B estaban en recreo y nosotras pasábamos, ellas hablaban de ese modo. Nosotras volvíamos a nuestro sector y contábamos: ‘Saben que estaba el sector B, y estaba Paloma también, dicen que está divina’. ¿Viste? Son formas de comunicación increíbles que se van desarrollando en esa situación.” (E.L.)
O el cantar: “… se armaban cantadas porque la que estaba en calabozo oían los cantos, si eran cantos fuertes desde el celdario, se oían. Cantábamos, mirá un ídolo era Serrat. Después en mi celda había por ejemplo una gurisa que cantaba muy bien las canciones brasileñas y entonces todas aprendimos canciones brasileñas y teníamos una guitarra. Me acuerdo que se cantaba mucho “Palabras para Julia”, sí se usaba como forma de comunicación también (G.V.).
Según señala E.L. esa nueva forma de comunicación, se aprende ahí en la práctica, en la vida, casi de manera natural se iban dando esas formas de comunicación. Opinión confirmada por G.V.: me parece que se dio espontáneamente una forma, formas de comunicación, que eran necesarias para algunas compañeras porque habían sido separadas de gente muy querida y bueno de alguna manera necesitaban comunicarse, necesitaban expresar su afecto, su emoción…
¿Hay alguna palabra o frase que por algún motivo recuerdes con más claridad?
“En una época se usaba la palabra ‘aquello’ para todo, ‘aquello’ era todo: ‘aquello’ era la labor, la comida, la menstruación, el pelo, el shampoo… Cualquier cosa era ‘aquello’. Yo decía: ‘Chiquilinas, con el idioma maravilloso que tenemos, riquísimo, no sinteticen!’ Pero era como una forma casi graciosa de comunicarse, de decir las cosas: ‘aquello’, ‘aquello’ era todo, ‘aquello’ era todo…” (E.L.)
Pero más allá de estos aprendizajes y ensayos de comunicación al interior de la cárcel, tanto con las pares como con las “milicas”, el mundo exterior seguía existiendo y se “colaba”, al menos cada quince días con la visita de un familiar o, cada semana, si era un hijo:
“…a través de visitas de adultos media hora cada quince días, visitas de niños que eran de una hora cada semana, y cartas que era una semanal o una quincenal. Esas instancias, tan fugaces, tan escasas, tan frágiles (porque eran el blanco predilecto de las sanciones), revestían una importancia fundamental para nosotras…bueno pienso que eso fue para todos los presos, como la vida lo que te llegaba a través de los familiares, en las visitas de niños, es decir, mantener el contacto con el exterior era fundamental, era importantísimo, era lo que de alguna manera te mantenía …(G.V.).
En un primer momento en el Penal existía un enrejado que separaba a la reclusa del visitante, pero después fue cambiado por un vidrio y teléfono. Si antes no se podía ver, después no se podía escuchar y de alguna manera, lo que señalan los testimonios, es que esta segunda situación era peor:
“El vidrio es algo muy frío, de la otra manera parecía como que tenías más cerca a persona, no?…”.(G.V.)
Durante las visitas, no se podía hacer ningún tipo de referencia que no fuese considerada “familiar”, so pena de sanción o suspensión inmediata de la visita. A veces, cuando los familiares querían trasmitir algo a la presa, se las ingeniaban para hacerlo:
“…los familiares buscaban formas estrambóticas de decirte algo, pero era muy poco lo que se podía saber de afuera. Algo más sabíamos por los niños, cuando querían comunicarte alguna cosa importante, le mandaban un versito para que el chiquilín te lo dijera, pero claro, era muy difícil (...)”.(G.V.)
El artículo completo se lee en: https://www.cervantesvirtual.com/obra/yo-soy-la-misma-libertad-la-construccion-de-genero-y-la-memoria-de-las-presas-politicas-uruguayas-1219091/.
¹ Es muy interesante la producción de presos y presas políticas en Chile. A modo de ejemplo citemos Mi rebeldía es vivir de Arinda Ojeda y Estrellando el muro de Nancy Solís.
² Las obras testimoniales reconocen antecedentes de larga data en la literatura latinoamericana, baste recordar las crónicas y los poemas épicos del descubrimiento y la conquista así como las cartas de relación.
³ El primer tomo aparece en el año 2001, el segundo en el 2002 y acaba de publicarse el tercero en noviembre de 2003.
⁴ Testimonio de G.V. De aquí en adelante incluiremos esta referencia junto al testimonio.
⁵ Testimonio de E.L. De aquí en adelante incluiremos esta referencia junto al testimonio.
⁶ Instituto de Profesores Artigas, donde se forma profesores de enseñanza media, en Uruguay.
⁷ Elizabeth Jelin toma esta idea de Joan Scott.
⁸ E .L. explica lo que era la locura de ver a alguien vestido normal y que te hablara normalmente porque nadie te hablaba como ser humano, siempre eras una cosa, un objeto, una porquería que estaba allí, no? No merecías ninguna consideración.
En el segundo año del Plan 2008 del Profesorado de Historia existía una asignatura llamada “Historia medieval y Temprano moderna”. Algunas generaciones tuvimos la suerte de encontrarnos en el aula con la historiadora Lourdes Peruchena. Algo diferente había en su práctica, que irrumpía en instituciones —la Educación y la Historia— en las que muchas cosas importantes casi nunca se nombran. Al referirse a las personas en el pasado, ella nombraba a las mujeres del medioevo. Al referirse a sus estudiantes, lo hacía explícitamente a nosotras en el aula: las estudiantes, las profesoras. Un gesto simple y generoso, que prevalece. Sus investigaciones en perspectiva de género siguen aportando a la escritura y la enseñanza de una historia más justa.
Lourdes Peruchena falleció el 11 de agosto de 2025, sus estudiantes, especialmente nosotras, la recordaremos siempre.
Jazmín Gallardo