Adelanto de «El misterio de Alberto Methol Ferré»

Este mes se publicó el libro “El misterio de Alberto Methol Ferré. Un estudio sobre el verticalismo latinoamericano”, de Gabriel Delacoste. En Hormiga Roja publicamos, a modo de adelanto, el primer capítulo, invitando a su lectura y a la presentación del libro el martes 16 de setiembre a las 19 hs en la Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias Sociales.

El misterio

«Uruguay es la llave de la Cuenca del Plata» es la primera frase de El Uruguay como problema1, de 1967, principal obra de Alberto Methol Ferré. Detengámonos, por un momento, en la metáfora de la llave.

Unos años antes, Methol había escrito que Artigas era «el guardián de nuestro secreto nacional, la llave peligrosa de un destino incumplido "2. Artigas es también una llave, porque guarda un secreto. El secreto nacional. Pero la nación, el Uruguay mismo, es a su vez una llave. Una llave abre otra llave, un secreto dentro de otro secreto.

Pero el enigma es todavía más extraño: el secreto de la nación uruguaya, como Methol lo entiende, es que tal cosa no existe. No porque no existan las naciones (el cosmopolitismo y el internacionalismo son, para él, anatema), sino porque el Uruguay es apenas una parte de una nación que pudo o que debió ser Hispanoamérica. Y no cualquier parte: es su llave. Esto por dos motivos: por su posición en la salida de la cuenca del Plata y por su rol de Estado tapón, impuesto por el Imperio británico.

Artigas, como caudillo federal que buscó la unión de las provincias del Plata, es la llave del Uruguay, que a su vez es la llave de la balcanizada nación hispanoamericana. Este tema fue el «núcleo fundamental» de la orientación de Nexo, la revista que Methol codirigió (junto a Ares Pons y Reyes Abadie) entre 1955 y 1958. Uruguay, por su posición geográfica, tenía la posibilidad de reorientarse para, en lugar de mirar (como lo quisieron los británicos) hacia el mar y separar a Argentina del Brasil, dar la vuelta y mirar hacia el interior de la tierra americana, tomando para sí el rol de unir a los gigantes, habilitando la emergencia de la gran nación del sur. Ser nexo bajo la bandera de Artigas.

La cuestión, sin embargo, no es meramente geopolítica. En la declaración de propósito de su primer número, los editores explican que la palabra nexo indica «una síntesis, una coordinación de actitudes diversas» y «la tarea de reunir los ingredientes, dispersos y germinales, de una actitud ideológica en formación». Es decir, la nación no nacerá solamente de la unión de territorios, sino de actitudes, de ideologías y también, como Methol insistirá a lo largo de su vida, de clases sociales. El nexo, la unión, la reconciliación serán el sentido de la historia.

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La historia universal, para Methol, «encierra bajo siete sellos el sentido de todo lo tenebroso, de toda maravilla, y todo el misterio del ser y destino humano»3. Los siete sellos a los que se refiere Methol son los que, en el Apocalipsis, cierran un libro que solo podrá ser leído por el Cordero de Dios. Una vez más, un misterio dentro de otro: en el misterio de la historia, el misterio de la vida.

La palabra llave tiene la misma etimología que la palabra clave. Son derivadas, ambas, del verbo latino claudere, es decir, «cerrar». La palabra misterio tiene una etimología similar. Viene del verbo griego μύω (myo), que quiere decir «cerrar los ojos o los labios». Que es también el origen de la palabra mística.

La mística excede a lo que se puede decir. Máxima expresión de la autenticidad de la experiencia, extática o contemplativa, intensa e intransferible. Para el que la vive, la experiencia mística no necesariamente es misteriosa. Puede ser extraordinariamente clara y sencilla. Puede aparecer como el acceso a un conocimiento. Un conocimiento al que no se puede explicar, exactamente, cómo se accedió.

Entre el que sabe y el que no, el que lo vivió y el que no, hay un abismo. Es la vieja teoría de las dos verdades: entre quienes saben, se habla de un modo; hacia quienes no, de otro, de forma que, aun sin acceder a la verdad profunda, puedan actuar de acuerdo a ella. Se llama esoterismo a esta forma de separar a los iniciados de los profanos. Jugar con el misterio. Usarlo para construir poder. Que no todo el auditorio entienda qué se está diciendo ni por qué. Una paradoja: la mística implica la máxima autenticidad, el esoterismo la máxima manipulación, a veces aparecen por separado, a veces juntos. No es fácil saber cuál es cuál.

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Como el Uruguay no es nación, no es posible el nacionalismo uruguayo. Methol, nacionalista en busca de una patria, buscó una tradición rioplatense en la que situarse, pero también movimientos a los que sumarse. Encontró al peronismo. Dice la sabiduría popular, de ambos lados del Río de la Plata, que los uruguayos no entienden el peronismo. Aquí tenemos, sin embargo, uno que sí lo entiende. Quizás porque no es exactamente un uruguayo.

Toda política de identidad (y el nacionalismo es la primera de las políticas de identidad) presupone la intransferibilidad de la experiencia y precisa que alguien no entienda. Uruguayo será aquel que no entienda al peronismo, que no lo sienta. Desde su primer encuentro con el peronismo, Methol entiende que «a veces, los pensamientos más importantes conviene que se mantengan secretos»4. La trayectoria política de Methol es un zigzag, que aparece como un caos incomprensible para el observador superficial. De Methol se ha dicho incontables veces que es «inclasificable». De joven, tuvo militancia conservadora en el herrerismo y el ruralismo. Luego, fue compañero de ruta de la izquierda nacional y fundador del Frente Amplio. Después, batallador en la Iglesia contra las vertientes de la teología de la liberación que, como decía él, «componen con el marxismo». Finalmente, intelectual comprometido con la integración de América Latina. Su último pronunciamiento político fue su apoyo a la candidatura presidencial del viejo líder tupamaro José Mujica. Y luego de muerto fue inspirador del partido de ultraderecha Cabildo Abierto.

A pesar de estos movimientos, no es cierto que Methol fuera inclasificable. En todo caso, que lo parezca nos habla de las limitaciones de nuestras clasificaciones y conceptos, que no son capaces de dar cuenta de su posición. Cosa que no es necesariamente mala para alguien que trabaja con el misterio. En todo caso, sí podemos decir algo con certeza: Methol fue un nacionalista.

El nacionalismo suele venir con adjetivos: nacionalismo popular o nacionalismo oligárquico; izquierda nacional o nacionalismo de derecha; liberación nacional o revolución nacional. En el nacionalismo hay un punto de contacto entre la izquierda y la ultraderecha, que causa todo tipo de encuentros inesperados, confusiones y problemas.

Un liberal diría que la izquierda y la ultraderecha se tocan porque son lo mismo: autoritarios. Ese liberal se equivocaría, como suelen hacer los liberales. Y a ese liberal habría que recordarle que el liberalismo, en este continente, acostumbró en los últimos dos siglos a imponerse a sangre y fuego. Casi siempre con el apoyo de los más autoritarios y sanguinarios de los nacionalistas. Estos últimos, a su vez, se ven a sí mismos como antiliberales y, por eso, también prefieren olvidar esos momentos de alianza asesina con el liberalismo y el capitalismo mundial. Es la izquierda la que debe recordar.

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Methol mismo es una llave, un misterio. Estudiar su vida y su obra quizás nos ayude a entender estos problemas. Este libro se propone hacer precisamente eso. Pero no es una biografía. De hecho, a menudo Methol ocupará un lugar periférico en las historias que siguen. Lo cual, de algún modo, es fiel a una de sus facetas: su forma de elegir la acción indirecta, su preferencia por el lugar del asesor, de narrador, de nexo.

Este es, entre otras cosas, un libro sobre la escritura y su poder. Y por qué no sobre la ficción y la fantasía. Sobre la fe. Sobre la confusión y la búsqueda de sentido. Sobre la afectación de los sentimientos. Sobre la creación de tradiciones, que es un trabajo fino que requiere de mucha astucia. Es necesario investigar, pensar y trabajar mucho para producir un sentimiento sencillo, tan sencillo que no lo entiendan los intelectuales. Hay una forma de disputa que no sucede con armas ni con votos, sino con pensamientos, sentimientos, ideas y palabras, que no se trata exactamente de convencer. Donde el juego muchas veces tiene que ver con confundir. Con parecerse al enemigo para robar a sus aliados. Con cumplir mejor que él su misión. En el entrevero, las partes en disputa a menudo intentan parecerse la una a la otra. Buscando elevarse sobre la disputa, representar al todo, que el otro acepte voluntariamente su subordinación: es el arte de la hegemonía.

La disputa es, en parte, un drama psicológico, que es peligroso para quienes participan de él. Especialmente para quienes saben lo que están haciendo. La complejidad de las maniobras hace que, en el intento de confundir, los confundidores se confundan a ellos mismos. Los misterios del nacionalismo son misterios para los propios nacionalistas. La lógica del amigo y el enemigo organiza toda la trayectoria de Methol. Trabó amistades profundas, políticas e intelectuales, que duraron décadas y fueron enormemente creadoras, especialmente cuando fueron amistades con hombres con los que tenía importantes diferencias espirituales y políticas. Methol pensó siempre contra alguien o contra algo. Su pensamiento fue siempre polémico, combatiente, pero aprendió siempre de sus enemigos, e intentó, insistentemente, envolverlos y llevarlos a su bando. Como si un amigo y un enemigo no fueran cosas tan distintas.

Especialmente porque la confusión y el misterio son las armas en la batalla. Y porque un cristiano debe amar a su enemigo y buscar la reconciliación. El amor, de hecho, será el arma más formidable de todas. Desarmar al enemigo con amor y, cuando baje la guardia, extirparle lo que no se puede incorporar de él, para destruirlo y poder finalmente subordinar y absorber al ya no enemigo. Y luego consolarlo y llorar con él.

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«En Cristo, camino, verdad y vida, se concentra todo el misterio del ser: Ágape, amor. Pero hay que atravesar por la Cruz para la Resurrección», escribió Methol en 19695. «Todo el misterio de la Iglesia es un más allá de la historia, presente y coexistente con la historia misma», había escrito en 19556. Y, en 1979, volverá a escribir «Ninguna autocomprensión humana es capaz de encerrar, en su finitud, a toda la Iglesia de Cristo. Por eso, Cristo y su Espíritu superan todas las tendencias, a la vez que las suscitan y movilizan, siempre en pos del más allá de sí mismas; en pobreza y humildad con el misterio divino, siempre irradiante, inagotable y sorprendente»7.

El misterio de la Iglesia atrajo siempre a Methol, que se sentía parte de dos pueblos: el uruguayo y el católico8. Una vez más, la llave: la del reino de los cielos dada por Jesús a Pedro, fundador de la Iglesia. Llave que luce en la bandera del Vaticano y en los escudos de armas de los papas. Entre 1983 y 1988, Methol dirigió otra revista, que también llamó Nexo. Pero la segunda Nexo ya no tenía su centro en la cuestión nacional. Será ahora una revista católica, dedicada a apoyar a Juan Pablo II y a desarrollar una forma de teología latinoamericana. La idea de nexo se centra ahora en su dimensión religiosa: «religar, unir».

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«Si alguno dijere que en la revelación divina no está contenido ningún misterio verdadero y propiamente dicho, sino que todos los dogmas de la fe pueden ser comprendidos y demostrados a partir de los principios naturales por una razón rectamente cultivada: sea anatema.»9 Esta cita es de las constituciones del Concilio Vaticano I, uno de los mojones fundamentales de la Iglesia católica moderna.

El Vaticano I comenzó en 1869 y no pudo terminar por la derrota militar de los Estados Pontificios frente a la unificación italiana. Al mismo tiempo, en la otra punta del mundo, sucedía la carnicera guerra del Paraguay. Y, enseguida de terminar esta, fue la Comuna de París. El contexto de esos años turbulentos era la Pax Britannica, el siglo liberal, el triunfo del capitalismo como sistema planetario. En América Latina, fue el tiempo de la resaca de las guerras de independencia y sus confusiones, que culminaron con la reincorporación de los países que emergieron del colapso del Imperio español a la economía global como proveedoras de materias primas. Methol desarrolló su obra en la segunda mitad del siglo xx, pero lo hizo pensando todo el tiempo en el xix y en cómo los siglos anteriores llevaron hasta allí.

En su preocupación por buscar en la historia, puso el foco en la colonia y desde allí retrocedió hasta la Edad Media española, latina y germánica, donde veía los orígenes del ser popular latinoamericano. Le interesaba especialmente «la índole extremadamente simbólica del pensamiento medieval» en el que el mundo es un «espejo divino enigmático "10. Para Methol, laico en el modelo del Concilio Vaticano II, pensar la historia y el presente era escudriñar los signos de los tiempos. A él le hubiera gustado devenir él mismo un misterio, un signo de los tiempos, una llave.

El tiempo de Methol terminó. La situación es muy diferente a la de la segunda mitad del siglo xx. Y, sin embargo, ahí están el herrerismo, el peronismo, el Frente Amplio, el legado del papa Francisco. Ahí está el problema del pueblo latinoamericano y su futuro. También las extrañas zonas de contacto entre la izquierda y la ultraderecha. Y las crisis de sentido producidas por el liberalismo y la modernización. Y allí están la Iglesia, los ejércitos y los terratenientes, herederos de la vieja colonia hispánica, todavía definitorios en la lucha de clases.

Methol vivió fascinado con los tiempos revueltos del siglo xix y vio ahí la clave para entender lo que le tocó vivir en los tiempos revueltos del siglo xx. Hoy que las crisis económicas, la destrucción de los ecosistemas, las disrupciones tecnológicas, la reaparición del fascismo y los estancamientos políticos nos llevan otra vez hacia los tiempos revueltos, se hace necesario volver a meterse en el misterio.

Referencias

  1. Methol Ferré, Alberto (2017). El Uruguay como problema. Casa editorial HUM, Montevideo. ↩︎
  2.  Methol Ferré, Alberto (1961). «Artigas o la esfinge criolla». Marcha, 1058, pp. 7-11. ↩︎
  3. Methol Ferré, Alberto (1967). «Vulgaridad y urgencia de la historia universal». Víspera, n.o 2, pp. 20-31. ↩︎
  4. Methol Ferré, Alberto (2015). Perón y la alianza argentino-brasilera. Con textos complementarios. Ediciones del Corredor Austral, p. 19. ↩︎
  5. Methol Ferré, Alberto (1969). «Las corrientes religiosas». Nuestra Tierra, n.o 35. ↩︎
  6. Methol Ferré, Alberto (1955b). «Los católicos y la civilización occidental». Nexo (primera época) n. o 2. Setiembre-octubre de 1955, pp. 30-38. ↩︎
  7. Methol Ferré, Alberto (1979). Puebla: proceso y tensiones. Editorial Documenta. Tomado de http://metholferre.com. ↩︎
  8. Podetti, Ramiro (2019). «Iglesia y mundo en Alberto Methol Ferré». En Alberto Methol Ferré. Reflexiones sobre geopolítica y la región (editado por Gerardo Caetano y Diego Hernández Nilson). Editorial Planeta, Montevideo. ↩︎
  9. Resoluciones del Concilio Vaticano I, capítulo 4. Tomado de https://tomasdeaquino.org/concilio-vaticano-constitucion-dogmatica-dei-filius/. ↩︎
  10. Methol Ferré, Alberto (1977). «Análisis de las raíces de la evangelización latinoamericana». Stromata, n.o 1977, pp. 93-112. ↩︎

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