En un mundo cada vez más habituado a la palabra guerra, el mes de agosto marcó el inicio de una etapa de extrema peligrosidad para Nuestra América. A la par de que Donald Trump ordenó cambiar el nombre del Departamento de Defensa para que pase a llamarse Departamento de Guerra, Estados Unidos realizó un despliegue militar sin precedentes sobre las costas de Venezuela. Un submarino nuclear, ocho buques de guerra, cientos de misiles, 10 aviones cazas F-35 y 4 mil soldados. En su narrativa, aunque parezca un poco desproporcionado utilizar un submarino nuclear para detener lanchas, el objetivo es combatir el narcotráfico.
La fuerza por encima del relato
La cantidad de plata que el imperialismo invierte en el mundo en su guerra comunicativa contra el gobierno de Venezuela es multimillonaria. Pocos países están tan presentes en las salas de redacción de los grandes medios de comunicación internacionales. Sin embargo, para la última escalada militar, no se dedicó tanto esfuerzo en la elaboración de los argumentos que la justifiquen.
De un día para otro, el gobierno estadounidense declaró a las organizaciones narcotraficantes como grupos terroristas, aprobó la intervención militar unilateral en otros países para combatirlas, declaró a Nicolás Maduro como jefe de una organización narco y puso una recompensa de 50 millones de dólares por su cabeza –el doble de lo que era la recompensa por Osama Bin Laden-.
Con o sin narcotráfico, este despliegue es violatorio del derecho internacional, nada lo justifica. Sin embargo, es importante analizar algunos datos para ver lo disparatado de la acusación: 1. La mayor producción de cocaína en nuestro continente está en Colombia, le siguen Perú y Bolivia. 2. La ruta por la que se transporta la droga a Estados Unidos es por el Océano Pacífico, no por el Atlántico (que es donde se encuentran en este momento los buques de guerra). 3. Venezuela no aparece mencionada en los informes internacionales de este siglo respecto al tráfico de drogas.
No es necesario gastar tiempo en demostrar que la acusación es falsa. Lo revelador de estos hechos es que para el imperialismo norteamericano, el derecho internacional y los relatos que justifiquen su accionar, son secundarios. El fundamento del poder estadounidense es la violencia, no las normas de convivencia entre naciones.
Diplomacia de las cañoneras
Hace unos días, el jefe de UNRWA, Philippe Lazzarini, planteaba que bajo los escombros de Gaza está enterrado el derecho internacional. La impunidad con la que el eje OTAN desarrolla el genocidio en Palestina alcanza niveles nunca vistos. Muestra a su vez que están dispuestos a cometer cualquier tipo de crimen con tal de mantener el control geopolítico.
En conversación con Pedro Sassone, el Cónsul de Venezuela en Uruguay, nos plantea que ya solo la presencia militar naval estadounidense constituye un instrumento de guerra. La Carta de la ONU prohíbe expresamente recurrir a la amenaza contra la integridad territorial de otro país. Pero estas prácticas no son nuevas. La diplomacia de las cañoneras es el nombre de una vieja práctica colonialista del Siglo XIX. La misma consiste en poner barcos cañoneros en las costas de un país menos poderoso, amenazar con atacarlo, bloquear su transporte marítimo de mercancías, y en esas condiciones, obligarlo a aceptar sus peticiones.
Este despliegue prohibido en el derecho internacional se combina con otras doctrinas igual de ilegales y violentas. “Estamos ante una concepción de destrucción doctrinaria de un país” afirma Sassone. Es la aplicación de lo que se conoce como guerra híbrida, guerra no convencional, guerra del caos. La experiencia en Asia Occidental demuestra que cuando EEUU no puede controlar un país, lo que busca es generar caos. Prefiere un territorio caotizado antes que un Estado no alineado con sus objetivos geopolíticos. Un caso paradigmático de esto es Libia, país en el que nunca se recompuso el Estado luego de destruido.
“Ellos intervienen, des-estructuran la sociedad, acaban con el Estado y con el orden nacional, y transforman el territorio en una anarquía de grupos paramilitares que se reparten los bienes nacionales. Detrás de la caída del sistema de gobierno y del Estado, está la apropiación de los recursos naturales. Al no haber un orden nacional y un ejército que controle la integridad territorial, es mucho más fácil. Es un modelo de destrucción completa”, agrega Sassone.
Sentido del momento histórico
La agresión a Venezuela no se podría entender sin entender el momento en el que estamos situados. El mundo está atravesando una transformación histórica. La unipolaridad imperialista, que tenía a los EEUU como hegemón, está virando a un nuevo mundo multipolar. El centro dinamizador de este nuevo orden no está más en el Atlántico, sino que regresa a Asia. La caída de la dictadura mundial estadounidense es tan necesaria como violenta. Autores como Atilio Borón plantean que los imperios son más peligrosos cuando están en crisis.
Según Sassone, América Latina se coloca hoy en la disputa geopolítica mundial. EEUU necesita reforzar su incidencia en nuestro continente frente a la pérdida de presencia en otras latitudes del mundo. “No se puede volver a la figura geopolítica colonial de espacio vacío/espacio lleno, espacio que tú no controlas yo lo controlo” agrega. Los pueblos tienen derecho a la soberanía y a la autodeterminación.
Venezuela es hoy en día el epicentro de la lucha antimperialista en nuestro continente. Es un modelo político alternativo al modelo neoliberal, soberano e independiente. La transición a ese mundo multipolar, en el que los pueblos del Sur Global tengan más posibilidades de autodeterminación, se juega una parada importante en Caracas. Defender a Venezuela de la agresión imperialista, y de su posible caotización, es defender su soberanía, es defender la paz en el continente, y es defender la posibilidad de transitar hacia una fase de superación del imperialismo.
Hace 500 años que el centro del planeta está en el Atlántico. Lo que conocemos como occidente, está en crisis. Sus instituciones, sus formas de gobierno, su cultura, su modelo económico. La crisis estructural de occidente es eso, de occidente, de sus poderes, no del mundo. Universalizar la forma de vida de las potencias occidentales, es homogeneizar el planeta, pero el mundo es diverso y al final, vence. El nacimiento de ese nuevo orden multipolar es inevitable, debemos lograr que sea lo menos doloroso posible.
Un pueblo de pie
Hay algo que debe estar claro. Ningún proyecto de autodeterminación se puede mantener décadas en pie, sufriendo un asedio constante del imperialismo, si no tiene apoyo popular. Las dictaduras fascistas de nuestro continente pudieron mantener el gobierno y la conducción económica, a pesar de no tener base social, porque tenían a los Estados Unidos de su lado. Venezuela resiste porque el pueblo es el impulsor del proceso político. Solo con el control de las Fuerzas Armadas no se resiste durante 20 años una guerra híbrida impulsada por la mayor potencia militar de la historia.
Las agresiones contra la Revolución Bolivariana existen desde el comienzo del proceso popular. Lo que está sucediendo ahora es la escalada a un nuevo nivel. En sus 26 años de gobierno Venezuela ha sufrido intentos de golpe de estado, campañas mundiales de desprestigio a sus instituciones y dirigentes, episodios de violencia callejera, atentados de grupos terroristas, y la aplicación de más de 1.100 medidas coercitivas unilaterales. ¿Cuántos países de nuestro continente están en condiciones de sortear una agresión de ese tamaño?
El asedio económico tuvo como contrapartida la necesidad de que el pueblo ensaye formas nuevas de producción y distribución, y surgieron también nuevas interrogantes ¿cómo construir un modelo de justicia y equidad en un país asfixiado? “A veces tienes la voluntad pero no tienes la base material como para responder a las expectativas que tu propia filosofía genera, y eso es un gran desafío” comenta Sassone. Plantea también que hoy Venezuela va por su cuarto año de crecimiento positivo, con producción propia de alimentos, reactivación de la industria petrolera, y acuerdos estratégicos con países como China y Rusia.
Es un pueblo con gran capacidad de resistencia e iniciativa. La actual amenaza militar estadounidense despertó una inmensa movilización social. “Hoy el puntal de la defensa está en la organización social, en la estructura comunitaria, con sus concejos comunales y la participación de jóvenes, mujeres, trabajadores”, explica Sassone.
Las milicias populares venezolanas tienen años de existencia. Al día de hoy cuentan con 8 millones de integrantes. En este momento las milicias están movilizadas, los cuarteles están abiertos y las personas voluntarias están recibiendo entrenamiento militar. A cada miliciano se le asigna una misión, un arma y un lugar de defensa. Este despliegue lo están coordinando las Unidades Comunales Milicianas y las Brigadas Populares de Defensa Integral, en articulación con los Consejos Comunales. “Es una defensa consciente, en la que el centro es la soberanía, la independencia y la democracia revolucionaria bolivariana”, agrega Sassone.
Tiempos difíciles
En el nuevo escenario mundial y ante esta amenaza de guerra en nuestro continente, no todas las izquierdas están reaccionando a la altura de las circunstancias. La posición que se tenga hoy respecto a Venezuela habla más de nosotros que de Venezuela. Si no estamos dispuestos a defender la soberanía y la autodeterminación de ese pueblo, es porque tampoco vamos a defender la nuestra. Una cosa va atada a la otra. Nuestros procesos de liberación están unidos.
Latinoamérica y el Caribe tienen que ser una Zona de Paz, como lo establece la resolución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) del año 2014. Hacer efectiva esa resolución requiere del compromiso de pueblos y gobiernos del continente. No solo la historia nos observa, Estados Unidos también. Cuando realizan este tipo de despliegue militar, lo que hacen luego es observar la forma en que reaccionan las distintas fuerzas en juego. Que vean pasividad no es una buena señal para la paz.
“No son momentos timoratos. Son momentos de claridad. Independientemente de las posiciones políticas que se tengan, se debe ser claro frente a los pueblos. Por la paz, por la convivencia, por la hermandad, esa es la claridad que se debe tener” culmina Sassone.