Introducción
La primera parte de este artículo nos sirvió de repaso por distintos momentos históricos del debate sobre la organización en la izquierda, y por sus aplicaciones en la práctica. Partidos de masas, partidos de vanguardia, sindicalismo revolucionario, nuevos movimientos sociales, redes, autonomismo, populismo de izquierda, son algunas de las referencias por las que recorrimos. Otras experiencias que faltaron en este recorrido y también tienen para aportar al debate del que nos ocuparemos, son el foquismo de los años 60 y sus síntesis con otras corrientes en ejemplos como el MIR chileno, el PTR-ERP argentino, o el MLN uruguayo, y también el anarquismo del siglo XXI.
La hipótesis de la que partimos es la de la derrota política de la izquierda, que incluye: la pérdida de buena parte de su base social, la escasez de ideas programáticas potentes y de estrategias para llevarlas adelante, y por lo tanto de una teoría y práctica organizativas que orienten nuestro trabajo político. Una de las tareas de esta etapa es entonces la reconstrucción de cada uno de estos factores.
Teoría de la organización
Partamos del punto donde nos dejó el recorrido histórico del artículo anterior: 1) Crisis de los partidos obreros de masas, sustentada en la propia crisis material e ideológica de la clase obrera, producto de los cambios del posfordismo, de la victoria neoliberal y de los regímenes más reaccionarios. 2) Una nueva fisonomía del ecosistema de la izquierda, producto de la aparición de los nuevos movimientos sociales de los 90 y los tempranos 2000’, con la aparición en esos años y en la etapa post crisis del 2008 de un nuevo populismo de izquierda en América Latina, Europa y otras regiones. 3) El estancamiento de todas estas experiencias en su potencia para generar necesarios cambios radicales, y la incertidumbre sobre cómo seguirá este camino.
Existe una dinámica particular entre estos tres factores. La fragmentación y despolitización de la clase trabajadora sigue siendo el telón de fondo de todas estas experiencias. La nueva izquierda creyó ver en su etapa de auge la propia potencia para superar esta situación, pero el límite que se encontró posteriormente puso esto en cuestión. Los nuevos movimientos sociales, muchos sustentados en el horizontalismo y la descentralización se vieron pronto reducidos a una relativa minoría mermada en su capacidad de hegemonizar y de lograr mayores grados de adhesión. Ya no alcanzaba con la justicia de “no imponer nada a nadie”. El populismo de izquierda luego de gozar de su auge electoral con sus versiones latinoamericanas iniciales y con experiencias posteriores como la de Podemos y Syriza, se encontró con que su capacidad de movilización popular no le permitía ni unificar una cantidad de gente suficiente para derrotar electoralmente a la derecha, ni enfrentar a los poderes fácticos y realizar transformaciones radicales.
Una nueva hipótesis surge de esta lectura de situación: si la fragmentación y despolitización de la clase trabajadora sigue estando en el núcleo de nuestros problemas, la nueva praxis organizativa que deberá trabajar sobre la unidad, la acción unificada y potenciada por su multiplicidad y afección, las posibilidades de conectar lo diverso, de construir proyectos, imaginarios y espacios comunes, de cambiar aquellas prácticas que nos restan potencia colectiva y acentúan la fragmentación.
Construir esta nueva concepción requerirá apoyarse en las nuevas investigaciones de disciplinas que siempre han sustentado nuestra acción política y organizativa: la economía política, la ciencia política, la pedagogía y la sociología. Esto sigue siendo necesario, ya que la fragmentación obrera tiene un fuerte anclaje en la organización actual de la acumulación capitalista, su heterogeneidad de formas de trabajo y su competencia despiadada por un empleo. Revertir este aspecto implica también un esfuerzo de elaboración programática sobre las posibilidades de introducir cambios a la organización de la economía.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que el pensamiento científico contemporáneo ha desarrollado ramas de investigación y construcción de conocimientos que hablan específicamente de la cuestión de la unidad y de las interrelaciones, como la teoría de sistemas, la cibernética, la teoría de redes, la teoría de la información o la ecología. Estas elaboraciones no son aventuras postmodernas sino que guardan conexión con importantes avances científicos materialistas.
Distintos autores como Rodrigo Nunes, Graham Jones y Jodi Dean, desarrollan estas conexiones disciplinares para pensar el problema de la organización.
Rodrigo Nunes
El libro de Rodrigo Nunes “Ni vertical ni horizontal: una teoría de la organización.” es un trabajo imprescindible que dialoga con la tradición clásica de la teoría de la organización política (principalmente el marxismo y el leninismo) y los trabajos más actuales sobre la cuestión, analizandolos a la luz de las experiencias políticas recientes del siglo XXI, sobre todo de la segunda década, siendo la suya la generación que vivió las olas de agitación política, movilización y radicalización que recorrieron el mundo alrededor del 2010.
Entre sus principales aportes se encuentran los siguientes:
1- La idea de que no existe nada “no organizado”. Todo lo que está en interrelación con otra cosa está organizado, y las herramientas con las que podemos pensar las formas en que las cosas se organizan también pueden ser aplicadas a la organización política. Esto implica no empezar el análisis con “lo que debería ser la organización” sino a partir de lo que es y las formas de movimiento que implica en los distintos casos. Desde este punto de vista podemos evitar prejuicios como que un partido político es la forma definitiva de organización hacia la cual deben fluir todas las demás. Un ejemplo son los grupos de personas cuya única relación con la política es consumir contenido político en las redes y difundirlo. El autor sostiene que estos grupos están organizados políticamente, aunque no participen de una organización política formal. Conocer la lógica en que esos grupos están organizados, puede hacer que otras organizaciones políticas con los que esos grupos de internautas se relacionan, puedan, por ejemplo, crear corrientes de opinión y hacer efectiva su labor de agitación y propaganda.
2- La idea anterior no se comprende sin atender a una de las principales fuentes teóricas de Nunes: la ecología. Entendida como la rama de la ciencia que estudia los ecosistemas y las interrelaciones que tienen los seres vivos que los integran, es un campo del conocimiento imprescindible para las tareas que tenemos como humanidad en el siglo XXI. No es casual que al hablar de las dimensiones de la acción política que necesitamos desplegar se hable del cambio climático. El argumento central de Nunes sería el siguiente: así como para ponerle un freno al cambio climático y a distintas formas de depredación ambiental vamos a necesitar cambiar nuestra forma de pensar el mundo hacia una en la cual debemos cuidarlo porque somos parte de él, quienes desarrollen la forma de organización política para llevar adelante estos cambios deberá también partir de una concepción en la cual se entiendan como parte de un movimiento más grande que ellos, que es un complejo sistema de actores ya organizados de formas distintas, complementarias o contradictorias. Solo comprendiendo esa complejidad y cómo actuar en ella lograremos la escala de organización capaz de abordar problemas globales como el cambio climático o el poder del capital.
3- Este argumento nos permite dar paso a nuevos pensamientos sobre la proyección de nuestras acciones políticas, su amplitud, sus objetivos, la forma de comunicarlas, y nuestra relación con otros actores del ecosistema organizativo, ya sea con aliados como con aquellos con quienes tenemos mayor lejanía. Reflexionando sobre esto, Nunes llega a distintas ideas: El horizontalismo puro puede terminar en la dispersión, la parálisis y en el estancamiento en una escala local incapaz de abordar los problemas macro y globales; el verticalismo, ahogar otras formas de organización y debilitar la propia base que debería ser su impulso transformador. El sistema capitalista no puede ser desafiado golpeándolo desde un solo lugar, se necesita una combinación de distintas formas de acción. La acción agregada (micropolítica o suma de pequeñas acciones o cambios en la vida cotidiana), la acción colectiva (cuando la acción parte de individuos asociados entre ellos intencionalmente para planificar y actuar), y su forma sintética, la acción distribuida, es necesaria para cualquier cambio radical. La acción política transformadora no tiene un solo centro, pero tampoco puede ser totalmente descentralizada, sino que por el contrario partirá de múltiples centros que pueden ocupar distintos roles en distintos momentos y distintas formas de vinculación con otros elementos de la ecología. A esta forma de conectar lo agregado con lo colectivo y sus múltiples centros Nunes le llama jocosamente, pero con razón, “Leninismo en red.”
4- Esta idea habilita a cuestionar otras que podrían estar siendo un obstáculo para nuestra organización de formas más potentes. Una de ellas es la idea de que toda la ecología debe coincidir en un solo punto, un gran partido de masas, o una gran coordinadora social que nuclee todo, como si esas fuesen las únicas formas de unificación política posibles. Tal vez ciertos sectores no tengan interés o posibilidad de unirse a una coordinadora social, pero tal vez la posición en la que están puede permitirles actuar políticamente de una forma que complemente a ésta, o a un partido, u otra forma de organización. Otra idea es la de que autoproclamarse vanguardia implica serlo per se. Nunes plantea que la vanguardia es una función necesaria de un sistema que se enfrenta a otro, que es una posición que se ocupa para cumplir esa función, y que por lo tanto no puede ser una designación mesiánica ni autoproclamatoria. Que un partido se autoproclame como defensor de un modelo de partido de vanguardia, no quiere decir que efectivamente esa sea la posición que ocupa. Una organización que se piensa como partido de vanguardia y que de hecho organiza a una cantidad importante de trabajadores luchadores, puede estar ocupando de todas formas una posición de retaguardia o hasta de sabotaje al movimiento. O puede estar haciéndolo en algunos aspectos de su política y en otros no. Ocupar la posición de vanguardia es básicamente actuar y lograr que te sigan, o participar del movimiento de quien accionó. La lección política importante de esta idea se relaciona a lo que el trotskismo llama crisis de dirección, el hecho de que no exista una organización que unifique los esfuerzos de los trabajadores en una dirección revolucionaria, y de que por el contrario las direcciones sean en su mayoría desmoralizadas, derrotadas, replegadas, o hasta colaboracionistas. Más allá de desgajar las múltiples discusiones que puede abrir esta idea, la relación con el planteo de Nunes es que la forma de ser vanguardia, dirección o liderazgo, es accionando y preocupándose porque la acción sea pasible de sumar potencia colectiva. Contrariamente a esto, a veces se cae en una política de denuncia de las direcciones consideradas “traidoras” o de retaguardia, esperando que el simple escarnio a los dirigentes radicalice a los trabajadores, o de planteos de consignas imposibles de conectar con la realidad de los trabajadores y atraerlos, culpabilizandolos, en última instancia, a los propios trabajadores de tal problema. La acción concreta, cuando logra conectar con las necesidades de las personas y los colectivos, suma actores y genera movimientos en una dirección que sí logra volverse fuerte puede disputar poder de la dirección dominante.
Un ejemplo de esto en nuestro país, fue la lucha por el plebiscito de la seguridad social. donde más que las peleas personalistas y despolitizadas entre ultras y bolches, o que los programas sindicales iluminados de los partidos de vanguardia, la acción que mayores cambios generó en la organización popular fue la propuesta de ATSS de ir hacia un plebiscito, una medida de poder político, de proyección nacional, y de claro contenido clasista. Esta propuesta logró sortear el filtro de la dirección del PCU en el movimiento obrero, logrando tal vez la derrota más importante de esta dirección en este siglo. Por primera vez una campaña principal y masiva del movimiento sindical y popular no era diseñada por dicha dirección. Más allá de la propuesta final, ATSS venía dedicando años de trabajo a un proyecto obrero para la seguridad social, con investigación, elaboración y, detalle importante, con propuestas concretas. La campaña movilizó gente de distintos puntos del país, unificó en la militancia a personas de distintas ideas, y lo hizo en torno a criterios de clase que lograron un apoyo popular considerable.
En la campaña la posición de vanguardia se distribuyó y fue rotando entre distintos actores en distintos momentos, complejidad que Nunes intenta mostrar en su planteo. En primer lugar en ATSS por hacer el proyecto y lanzarlo. También hubo otro importante (y subestimado) actor que fue el Movimiento Nacional en Defensa de la Seguridad Social. Allí se agrupó ATSS con las primeras organizaciones que apoyaron el proyecto y decidieron extenderlo: sindicatos, agrupaciones sindicales, el PT y el 26M, organizaciones de jubilados, militantes individuales, gremios y agrupaciones estudiantiles, la Coordinación de Sindicatos, fucvam y el Partido Socialista (que accionó tempranamente a favor del proyecto), y más. Quienes participaron en este movimiento ocuparon esa posición de vanguardia por un momento, al permitirle a la propuesta crecer en el movimiento sindical, aparecer en prensa, organizar charlas, talleres en las ocupaciones del conflicto educativo, etc. Luego la moción de ATSS y la Coordinación triunfó en la Mesa Representativa del PIT-CNT y al volverse una campaña de todo el movimiento sindical, el PCU, teniendo que levantarse de su derrota se puso al frente del proceso con eficacia, colocando a Abdala o Andrade como voceros importantes de la campaña, juntando la mayoría de las firmas entre el propio partido, juventud, y sindicatos que dirigen, y las bases del Frente Amplio también se sumaron a este impulso, logrando, pese a las órdenes de las dirigencias, poder usar efectivamente los comités como centros de recolección. Esto muestra que en los acontecimientos políticos significativos la posición de vanguardia es múltiple. Cada compañera y compañero que aportó su granito de arena para la campaña fue parte a una escala mayor de la vanguardia en la lucha obrera general, participando, en un contexto general de repliegue y de luchas aisladas, de una iniciativa de conjunto que buscó demostrar la necesidad de la acción unificada de la clase en pro de sus derechos más transversales. Cabe destacar que pese a esto el proceso explicitó muchas de nuestras carencias, sobre todo a nivel de profundidad programática y elaboración colectiva.
5- En sus capítulos finales, Nunes propone una ecología organizacional con una diversidad de actores, métodos y estrategias. En esta diversidad de actores tienen lugar los movimientos sociales con sus distintas formas de coordinación; los partidos políticos, quienes despojados de su mesianismo deberían dejar de intentar ser el punto final de concentración de los esfuerzos del ecosistema para cumplir una función de representación política unificada de los múltiples intereses obreros y populares, expresada en distintos escenarios, pero principalmente el electoral; los núcleos organizativos de gente que se conecta en los momentos justos para accionar de una forma capaz de vanguardizar ante una lucha, una campaña, u otras situaciones fertiles para este tipo de organización. Nunes explica que estos grupos son uno de los orígenes de las revueltas de nuestros tiempos y de los movimientos de masas. Los indignados en Europa, las protestas en Brasil, el ciclo del 2019 en Chile, en todos estos casos hubo grupos anónimos de gente que lideró, que convocó a manifestarse en un lugar y los siguieron y que al ver eso convocaron a otros, y estos a otros, etc.. También explica que estos núcleos pueden formarse y desaparecer o pueden mantenerse, solidificarse, ampliar su red de influencia, los lugares a los que llega , y hasta puede formarse una plataforma de núcleos organizativos que le de más alcance y proyección programática al movimiento. De todas formas anticipa su posterior disolución por su propia naturaleza y la de los núcleos que formarían la plataforma. Pueden apagarse cuando se debilite la causa que los hizo surgir, pero es necesario conocer su dinámica y saber generarlos cuando son necesarios. Además, los individuos y grupos de individuos también tienen su rol en fortalecer al ecosistema, y cuanto más apliquen el enfoque ecológico a su lectura de la situación más podrán potenciar su aporte. Nunes no realiza una propuesta práctica y concreta para cada uno de los problemas que plantea, aunque cuando lo hace realiza aportes importantes, y más allá de eso, el desarrollo teórico de lo que implicaría una concepción ecológica de la organización en la izquierda tiene un potencial enorme en su labor pedagógica.
Graham Jones
Al igual que Nunes, Graham Jones se identifica con la generación militante del 2010, solo que en lugar de Brasil en Inglaterra, entre movilizaciones obreras, lucha contra la derecha, grupos de intelectuales, reagrupamientos de izquierda buscando una alternativa al partido laborista.Su formación también tiene elementos en común con el pensador brasilero; cibernética, teoría de sistemas, discusión con elementos clásicos del marxismo y el anarquismo, ecología y otros. Ambos son autores que buscan enriquecer un análisis materialista de la sociedad y sus contradicciones a través de la integración de estos elementos. Ver a los campos militantes, a la propia clase trabajadora, al sistema capitalista, como sistemas interrelacionados, con la posibilidad de estudiar cómo se estructura cada sistema y de qué forma conecta con otros. Teniendo esta visión, la cibernética aporta la idea de comprender el movimiento de la energía a través de los circuitos, y a través de esta comprensión es posible controlarla. Por ejemplo, a un nivel micro, cuando un sindicato conoce la forma en que circula la producción de la que se encargan, este conocimiento puede volverse parte fundamental de la medida de lucha que busque detener la producción y cortar un circuito del capital.
En este sentido va la obra de Jones a la que haré referencia: “La doctrina del shock de la izquierda”, nombre asociado a la obra de Naomi Klein “La doctrina del shock. Auge del capitalismo del desastre”. Una de las ideas de la obra de Klein es que el caos generado por las políticas neoliberales, de ajuste, de represión, de distintas formas de violencia y destrucción, generan la posibilidad de introducir nuevas medidas aún más destructivas, de aprovechar la energía liberada en la desorganización del sistema para construir algo nuevo a su voluntad. El planteo de Jones es que la izquierda también debería aprender esa doctrina del shock, comprender los distintos circuitos que integran el sistema capitalista y como se mueve la energía que circula en ellos, para aprovecharlo a su favor y poder imponer sus propios shocks de transformaciones.
Para llevar adelante esta tarea el autor se propone comprender al campo organizativo de la izquierda, ya sea social o política, mediante la metáfora corporal. Esto, en coherencia con la teoría de sistemas,-puesto que el cuerpo es uno- permite caracterizar este campo diferenciando partes del cuerpo y funciones, y partes que deben relacionarse bien para que el cuerpo esté sano y sea capaz de hacer lo que se propone. Para analizar qué deberían hacer las organizaciones para aumentar su potencia en este contexto de derrota ya descrito, Jones entra en discusión, entre otros, con Erik Ollin Wright, pensador inglés, autor de “¿Cómo ser anticapitalista en el siglo XXI?” y los cuatro posibles caminos de desafiar al capitalismo que reconoce. Destruir, domar, escapar o erosionar. Siendo la primera los ataques revolucionarios al sistema, los que agudizan demasiado la lucha de clases hasta llevar a la violencia directa; la segunda los límites legales que se le pueden poner al capital a través del reformismo; la tercera el salirse de los circuitos sociales y la cuarta desarrollar formas de organización de lo económico y lo social que cuestionen al capital y permitan visualizar alternativas. Wright rechaza la opción de destruir, ya que plantea que estamos demasiado en desventaja como para poder atacar de forma contundente y no ser masacrados. Jones reconoce lo valioso de plantear ejes concretos o funciones del cuerpo militante en las que trabajar y enfocarse, sin embargo no concuerda con todo el planteo ni llama de las mismas formas a estas cuatro funciones. Plantea como alternativas: Atacar, construir, sanar y domesticar.
1 - En este primer caso, lejos del sentido de guerra total que le da Wright, Jones plantea que en una lucha de clases siempre habrá que defenderse y atacar. Ya se está atacando, aunque sea de manera aislada y tal vez poco potente. La desventaja es evidente, pero no estar atacando de la forma más contundente, de forma capaz de derribar el sistema, o una parte importante de él, no significa no poder construir capacidades de ataque. Un ejemplo de esto es saber entender la dinámica de los conflictos, cuando se toma una medida que molesta, que interrumpe un circuito de funcionamiento normal de la sociedad capitalista, entender que en esos momentos en el caos de la interrupción se libera energía, en la incertidumbre hay una potencialidad, en el apoyo de base y del pueblo, que puede generar el conflicto, en las conquistas, en la delimitación de los campos, en la experiencia, en la motivación a la participación, hay formas de apropiarse de esa energía. También es posible que toda esa energía se vuelva en tu contra y la capitalice el enemigo.
A lo que nos llama Jones, no es a atacar de tal o cual forma concreta, lo potente no es solamente el tamaño de la piedra o el impacto del explosivo, sino la capacidad de generar caos que una acción tiene, y la posibilidad de absorber la energía liberada por este caos para fortalecerse. Es necesario entonces integrar este conocimiento a la lucha política. Los órganos vitales del sistema son los que mayor energía liberan al ser atacados.
Es importante preguntarse cuándo estamos realmente atacando. Cuando estamos cortando la circulación del sistema; la represión es una señal de esto. Es lo que distingue por ejemplo las marchas institucionalizadas y rutinarias que a veces tenemos en la educación, con conflictos como el de 2015 o 2022. A los ataques exitosos de la multitud y sus efectos en el conjunto del sistema es a los que Jodi Dean llama “descarga igualitaria”.
Si atacar es interrumpir un flujo de energía, ser capaces de burlar la represión es atacar, ya que se burla la intención del Estado de que la acción disruptiva cese y la circulación vuelva a la normalidad. Es decir, la autodefensa es una tarea organizativa fundamental para la construcción de poder. El impacto político de esta cuestión quedó claro con la Primera Línea en Chile y la capacidad de movilización que permitió que se mantengan las calles frente a la represión y no dejen que esta desmovilice a la gente.
2- Por otro lado, plantea a la tarea de construir como otra de las funciones del ecosistema organizativo. Construir refiere a distintas cuestiones. Por un lado problematizar los métodos de construcción de organizaciones sociales, por otro la construcción de instituciones capaces de rivalizar con el Estado o el capital en su capacidad de organizar la sociedad.
La importancia de esta función la atribuye al hecho de que una vez que se ataca y se logra cortar la circulación, esa energía liberada para ser absorbida debe serlo por sujetos u organizaciones existentes. Estas pueden ser las organizaciones de lucha responsables del mismo ataque, lo que aumenta la capacidad de atacar, o aquellas dirigidas a ejemplificar una alternativa social, lo cual alimenta esta alternativa con la energía de los ataques. Un ejemplo de esto último podría ser lograr conquistas para un fábrica recuperada, o sumar colaboradores para centros barriales, cooperativas, etc.
Para pensar este tema vuelve a proponer la metáfora corporal. Habla de determinados procesos que suelen afectar a los cuerpos militantes y sus capacidades de autoconstruirse, el manejo correcto de los flujos de energía entre sus integrantes (sobrecarga, dilución, etc), la construcción de sentidos políticos capaces de detectar y accionar, y la parte que me parece más interesante es el planteo de un ADN organizativo, categoría que serviría para delimitar los elementos que integran una organización política: el código, la inscripción de qué es la organización y cómo funciona (historia, estrategia, estructura), replicador (un medio de reproducción del código, de integrar a los nuevos militantes en el mismo, por ejemplo los cursos, los documentos históricos, los eventos de socialización propios de la organización, lo que ellos llaman “entrenamiento”) y un catalizador (acciones que motiven el interés por la organización, ya sea el acercamiento a una organización concreta, el apoyo a otras, o la formación de nuevas).
Para Jones lo importante de esta función es que los militantes de las organizaciones puedan militar con conciencia de estos aspectos, del tipo de tarea que implica la construcción de organización, siendo capaces de reconocer sus momentos, sus lógicas, y de volverse activamente constructores de cuerpos potentes.
3- En el caso de sanar, hay dos grandes aspectos del planteo, uno más micropolítico y propio de cada organización, y de su salud interna. Otro más macro, que hace referencia a las grandes heridas del cuerpo social.
Este punto es muy importante. Todos hemos visto organizaciones romperse o vivir profundas crisis por problemas personales, hemos visto compañeras y compañeros decaídos por sobrecargas injustas de tareas. Hace un tiempo se viene prestando un poco más de atención a este aspecto, la idea del feminismo de que lo personal es político tuvo mucho que ver. Sin embargo, aún falta mucho.
Recuerdo aquí la anécdota de unos compañeros chilenos que me contaban que su organización tenía psicólogos para trabajar individual y colectivamente con los militantes. Iniciativas que integren este tipo de cuidados a la organización es uno de los planteos de Jones.
4- La última función que propone Jones es la de domesticar. Con este punto se refiere a la aprobación de reformas que logren subordinar distintos aspectos del capital al interés social o a la conquista de derechos para los trabajadores y sus organizaciones.
Así como es posible constatar que ningún proceso reformista de nuestros tiempos ha llevado a transformaciones radicales, y que muy pocos han logrado cambios realmente hegemónicos, también podemos ver que distintos gobiernos progresistas, reformistas, coaliciones con sectores que pujan por reformas, etc, han logrado conquistar mejoras para las condiciones de vida de los trabajadores o para su capacidad de organización. No sería inteligente despreciar el hecho de que una buena parte de los trabajadores busca soluciones legales para sus problemas. Por ejemplo, la lucha por una ley de empleo en plataformas a favor de los trabajadores.
Distintas voces del marxismo, han puesto en debate la necesidad de retomar aspectos de la vieja lógica programa mínimo/máximo ante la falta de perspectivas socialistas inmediatas y la necesidad de mejorar las condiciones de vida y de lucha de los trabajadores. Creo que una de las ventajas de la perspectiva ecológica está en ver posible la convivencia de distintas lógicas estratégicas. Tener una pata de acción reformista no implica retroceder a la Segunda Internacional, si otra pata se encarga de tareas revolucionarias o de construcciones a largo plazo.
La apuesta reformista de Jones busca además evitar la idea de reformas lentas y superficiales, llamando a aprender de las reformas neoliberales su capacidad de instalarse y volverse difíciles de desmantelar, dada su ligazón con el movimiento del sistema.
Mientras que Nunes cierra su planteo llamando a una mayor conciencia de los elementos que componen un ecosistema: núcleos organizativos, plataformas de núcleos, partidos, redes, y a coordinarlos mejor, accionando para generar los cambios que queremos ver en el ecosistema, Jones cierra con un planteo más concreto de una suerte de federación o gran coordinación, que coordine a las organizaciones que ya militan algunas de las cuatro funciones y cree nuevas organizaciones en donde haga falta. Plantea una dirección rotatoria entre un número de representantes de los distintos colectivos, que vele por la salud del ecosistema y sirva de transmisora de la información entre las distintas patas. Una de las dinámicas que plantea es la del entrenamiento en las cuatro funciones, y ser capaces de guiar “turísticamente” a la gente por el ecosistema, enseñándoles sus distintos espacios y funciones como forma de atraerlos a la militancia. El espacio puede tener distintos niveles de coordinación, por ejemplo social y político-partidaria.
¿El regreso del partido?
Creo que la historia reciente del campo militante uruguayo es una experiencia y búsqueda alrededor de estos problemas. La creación de coordinaciones autoconvocadas, la Intersocial y sus discusiones, las campañas unitarias, los movimientos cooptados por partidos y los que desprecian toda participación partidaria, el bloque social y político de los cambios, las discusiones sobre la orgánica del frente amplio, y los intentos de reagrupar a la izquierda radical.
Lo que se juegan aquí son problemas que giran en torno a la unidad política de la clase obrera, su capacidad de hegemonizar, y de desarrollar una acción política de potencia transformadora. Como dijimos en el anterior artículo, la crisis del partido de masas dejó un vacío difícil de llenar en la discusión sobre la unidad política de la clase. La discusión no se detuvo ahí, pero tampoco logró resolverse. Ni la inspiración foquista, ni la multitud, ni la disputa de sentidos y el nombre del líder, lograron unir a la clase ni al pueblo.
En este sentido coincido con Nunes; hay espacio actualmente para volver a pensar en la cuestión del partido. Sin embargo, no podrá plantearse en los términos de antes. Posiblemente no vuelva el modelo exacto de partido que esperaba la Tercera Internacional, que era un modelo pensado para lograr en poco tiempo la masividad y la disciplina propios de un ejército revolucionario que se propone la conquista del poder. Como ya explicamos, la discusión del frente único en ese momento explicitó los problemas de este planteo; esos siguen a día de hoy y tal vez sean más fuertes. La diversidad de estrategias, programas y formas organizativas es un punto del cual hay que partir, y más que intentar avasallar esa diversidad alineándola, la unificación política se construirá a partir de un trabajo casi artístico de encontrar los puntos de contacto entre los distintos actores. Saber reconocer aquellas luchas en las cuales la división entre sectores imposibilita la construcción de un gran frente de lucha, es necesario para construir ese frente. Este principio cuenta no solo para luchas concretas, sino también para la construcción de instituciones o recursos que luego servirán a todo el ecosistema y que sin embargo terminan concentrados en unos pocos actores. La pretensión unitaria y masiva de la cuestión del partido va a ser posiblemente la del pueblo y la clase logrando el mayor grado de unificación posible en la práctica, o en una orgánica que tal vez no se considere a sí misma un partido.
A diferencia de Nunes, creo que los partidos de vanguardia pueden seguir teniendo una utilidad para la ecología más allá de la lucha electoral. La cuestión no se agota en que los núcleos organizativos puedan hacer mejor lo que antes hacían los partidos de vanguardia.
No es lo mismo un núcleo organizativo, que surge asociado a un momento, que tal vez se estanque en algunas temáticas, que una organización que aspire desde el inicio a descifrar sus tareas de una lectura de conjunto de toda la lucha de clases y el desarrollo capitalista, y que aspira a presentar una concatenación de temas que hacen al programa obrero. Un partido puede además de definir sus tareas luego de una caracterización de etapa, acumular conocimiento sobre los procesos y trabajar en estos, fortalecerlos con investigación y teoría, y luego llevar adelante iniciativas de educación política con ello. Este grado de especificidad organizativa ha sido históricamente potestad de los partidos o de un tipo de ellos. Es la concepción del partido como escuela de praxis revolucionaria, no solo a nivel de formar a sus militantes individuales sino sobre todo con la labor educativa que desenvuelve de distintas formas con el conjunto de la clase trabajadora. Es también un operador de concentraciones como plantea Jodi Dean, que busca concentrar y acelerar la descarga igualitaria.
Que haya partidos investigando hipótesis de vanguardia, planteando direcciones, y probándolas en la práctica de forma crítica, poniéndolas en debate con otros, enriquece mucho el ecosistema. Es necesario que las distintas formas de ver la lucha y sus perspectivas se agrupen en organizaciones y participen con sus propias ideas. Lo que ha desprestigiado la existencia de la izquierda partidaria es la pretensión de ya tener la teoría revolucionaria correcta, y por lo tanto el derecho a abarcar todo, ensuciar a otros, aislarlos y aislarse. Creo que este es uno de los factores que diferencia a un partido de una secta, y hoy muchos de los militantes que tuvieron experiencias en organizaciones sectarias, quieren construir partido, pero no quieren volver a construir una secta.
El ecosistema militante en Uruguay y sus contradicciones
La cultura política uruguaya de izquierda es posiblemente uno de los espacios más fértiles para leer desde este enfoque ecológico. La considerable unidad de la izquierda social y política, su coexistencia en espacios formales e informales, sus plataformas comunes, son elementos que pueden verse en la simple observación de la realidad.
Lejos de ser un hecho reciente, esto es una realidad desde las primeras formas de federacionismo anarcosindicalista, que también se expresó en la convivencia en la calle de estos con la recien formada izquierda partidaria nacional. Ya en esta época anarquistas como María Collazo compartían espacios con Emilio Frugoni o con representantes del anarcobatllismo. Si bien estos intentos de afianzar un campo militante común sufrieron importantes derrotas por los desencuentros entre la tercera Internacional, la segunda y los distintos anarquismos, y más adelante por el reflujo de los años 30, en los 50 volvieron con toda su fuerza.
Esta historia ya bastante conocida por los militantes de izquierda, nos muestra el renacer de un nuevo ecosistema militante, forjado por la lucha de los Gremios Solidarios, trabajadores que ponían en peligro sus puestos de trabajo por unirse solidariamente a las huelgas de otras ramas, la organización de intelectuales en revistas que dialogaban con las organizaciones, la unidad obrero-estudiantil del 58 que conquistó la autonomía y el cogobierno en la Udelar, la posterior creación de la CNT, y la más clara expresión de esta diversidad de organizaciones en el Congreso del Pueblo (cooperativismo de vivienda, movimientos de mujeres, organizaciones culturales). A este mosaico podemos agregarle un subsuelo clandestino de organizaciones armadas también en diálogo con múltiples actores del ecosistema.
La memoria histórica que sobrevivió a la dictadura hizo que nuestro ecosistema militante actual sea un claro hijo o nieto del de los 60. Esta continuidad durante más de seis décadas dice mucho sobre la solidez relativa de nuestro ecosistema.
A día de hoy podemos mapear nuestro campo militante mediante la siguiente aproximación:
- La izquierda social está vertebralmente vanguardizada por el movimiento obrero. El PIT-CNT es el movimiento social orgánicamente más grande y poderoso del Uruguay. Es una central sindical con entre 300.000 y 400.000 afiliados, con capacidad de movilización, de marcar agenda y numerosos vínculos con otros actores. La ya nombrada tradición unitaria lleva a este movimiento a apoyar a muchos otros, desde el movimiento estudiantil hasta el feminismo, haciendo que el resto de movimientos vean en el sindical un aliado valioso y recurran a su solidaridad. En casi todas las luchas sociales más importantes de nuestra época el PIT-CNT o algunos de sus sindicatos han estado al frente.
- El movimiento estudiantil, el feminismo y el cooperativismo de vivienda son los movimientos que le siguen en escala e influencia al movimiento obrero. Cada uno de ellos tiene un fuerte anclaje en aspectos de la realidad que anudan potentes coordinaciones, lo cual le da dinamismo y una masividad relativa a estos movimientos. La extensión territorial y simbólica de la educación pública, su creciente precariedad y problemas, y el martirologio histórico estudiantil, están detrás del empuje del movimiento estudiantil. El sufrimiento de las mujeres, el impacto de las reformas conquistadas por la última ola feminista, y el contagio micropolítico de los principios feministas, le da a este su fuerza. La cantidad de cooperativistas que encuentran solución a la vivienda a través de la ayuda mutua y otros mecanismos, su impacto en el territorio y su historia, hacen lo propio con el cooperativismo de vivienda. Cada uno de estos movimientos tienen vínculos con el otro, (también sus conflictos) y son protagonistas de algunas de las movilizaciones callejeras más numerosas (8M, 14A, etc). El último gran proceso unitario vivido por estas organizaciones fue el de la Intersocial y el intento de esta de realizar un nuevo Congreso del Pueblo.
- Tenemos por otro lado un gran espacio de organizaciones sociales que ocupan distintas temáticas, formas de organización y grados de vínculo entre ellas. Aquí tenemos por ejemplo a las coordinadoras, método de organización utilizado por ambientalistas, por militantes antirepresivos, ollas populares, por distintos gremios o por militantes autoconvocados de distintas causas. Tenemos potentes federaciones como la de cooperativas de trabajo, organizaciones de consumo alternativo y territoriales como el MPS, el movimiento Somos Barrios, la brigada José Artigas, y los centros culturales y barriales más abiertos a la coordinación con la izquierda social y más dedicados a la militancia territorial.
- Tenemos por último un amplio campo de medios de comunicación militantes, físicos o digitales, con su propio satélite de consumidores. También publicaciones culturales, académico-políticas, grupos de estudio universitarios asociados a la izquierda, fundaciones y colectivos artísticos. Los usuarios y participantes de este campo son también parte del mismo ecosistema.
Otro punto aparte requiere hablar de la izquierda partidaria:
1- Como no es sorpresa para nadie aquí tenemos un dominio muy importante del Frente Amplio. Si bien como coalición policlasista, muchos de sus sectores integrantes pueden estar por fuera del ecosistema militante general de la izquierda, e incluso ser non gratos en el mismo, la realidad es que la izquierda del FA, sobre todo en el caso del PCU y del PS suele tener un vínculo importante con el movimiento social y parte importante de su estrategia pasa por su rol en estos. Además de los militantes de estos partidos y de otros sectores de izquierda en la interna, no podemos dejar de lado la amplia masa de militantes de base incluso de sectores como el MPP y su órbita, o votantes y simpatizantes, de los cuales la mayoría se consideran de izquierda, o aunque sea comparten una sensibilidad común. Toda esta red organizativa que implica el mundo del FA tiene alcance nacional, es la organización más grande de todo el país y de cierta forma la más exitosa del último cuarto de siglo.
2- Existe también el mundo de la “izquierda radical”, o la izquierda no frenteamplista, que tampoco sería inteligente despreciar por distintos motivos, aunque no sea hegemónico. Aquí no hablamos solo de partidos, sino también de organizaciones de distinto tipo que reivindican una independencia política radical, o aquellas a las que la coyuntura las lleva a enfrentarse al FA. Este último fenómeno puede verse también con los liderazgos individuales. En el campo partidario tenemos a organizaciones como el Partido de los Trabajadores, la Unidad Popular (integrada por varias organizaciones) y el Frente de Trabajadores en Lucha, anteriormente integrantes de la UP. Estas tres organizaciones formaron un frente electoral en las últimas elecciones, que no pudo superar las mejores votaciones de la UP yendo individualmente. Por fuera de estos sectores hay también distintos grupos guevaristas y anarquistas, contrarios a la participación en las elecciones y a veces en otro tipo de instituciones, que entre otras cosas buscan radicalizar los conflictos y reivindican la violencia política, llamando a que esté más presente en las acciones de las organizaciones, y tienen también su militancia barrial y gremial. En el campo social suelen vincularse a este conjunto, sectores como sindicatos que por su propia trayectoria de lucha o por la tendencia de sus direcciones chocan con los gobiernos del FA o con otros sindicatos. La educación es un claro ejemplo de esto, tanto el movimiento estudiantil como el docente han sido una gran escuela de militantes independientes y combativos. También son importantes en el movimiento de derechos humanos, en sectores del feminismo, del ambientalismo, de colectivos barriales y artísticos. En todos estos espacios y sus individualidades existe mucha militancia, mucha participación en luchas, momentos de debate y producción política. Muchos de estos sectores suelen estar presentes cuando se produce un acontecimiento importante relacionado a la lucha social, como se vió con mayor claridad en el 2015 o en el conflicto de 2022, o en el plebiscito por la reforma de la seguridad social.
Luego de describir todos estos campos que componen el ecosistema pasaré a hacer algunos comentarios sobre las dinámicas que se dan en su interior.
Desde el punto de vista ecológico, desde el punto de vista de la necesidad de organizar a la clase en partido, el problema más urgente que tenemos es la fragmentación social y política del pueblo, de la clase, y de la vanguardia. Más allá de algunos vasos comunicantes, muchos de los sectores del ecosistema anteriormente mencionados están completamente aislados de otros que podrían compartir intereses y cuya unidad podría ser un impulso importante a la lucha. En este sentido, el debate sobre el frente único en la primera mitad del siglo XX fue un gran aporte a la teoría de la organización, trascendiendo incluso las conclusiones asociadas a la tradición marxista, y asumiendo que el ecosistema militante es inabarcable, y que no se lo puede controlar totalmente, mucho menos inmediatamente, y que la forma de trabajar en él es mediante la iniciativa, el diálogo, el intercambio, avanzando y chocando pero estando juntos cuando sea necesario, dando un paso más hacia una concepción ecológica.
Este problema político está planteado a lo largo y ancho del campo militante desde hace varios años. En el último gobierno progresista hubo algunas corrientes de movimiento “por la unificación de las luchas”. El movimiento estudiantil realizó asambleas interestudiantiles, surgieron coordinaciones, como la coordinación nacional contra UPM, distintos sindicatos se organizaron en polos independientes del FA en el movimiento sindical (dando además una discusión sobre los bloques históricos, etc). Pero la cuestión comenzó a plantearse con mayor claridad con el inicio del gobierno de la Coalición. En las declaraciones de los comités centrales del PCU, el PS, el PT y otros, se coincide en un llamado a construir un nuevo frente social, el bloque social y político de los cambios, el bloque popular alternativo, por parte de los dos primeros, y un frente único de la izquierda y el movimiento obrero y social y un “polo socialista” por los segundos. En aquellos años yo me encontraba militando desde esta última perspectiva.
Sin embargo, fueron las propias contradicciones entre la izquierda frenteamplista y la radical las que hicieron que estas iniciativas fracasaran parcial o totalmente. Aquí me refiero a las experiencias de la Intersocial y del Congreso del Pueblo. La izquierda radical no tuvo una postura propia ante estos fenómenos, algunos llamaban a boicotearlos, otros a disputarlos, cosa que nunca se hizo significativamente. Recién al final del período intentaron reaccionar con dos movimientos; la participación en el Movimiento Nacional en Defensa de la Seguridad Social y la construcción de la alianza UP-FT.
En cuanto a las dos primeras experiencias, creo que la del Congreso del Pueblo es la que más puede calificarse como una derrota, ya que tanto la metodología como los resultados fueron escasos, generando incluso algunas consecuencias negativas, ya que el PCU concretamente movilizó a todo su aparato para orientar las luchas hacia el Congreso, pero luego no fue capaz de ponerse al frente. La experiencia de la Intersocial sin embargo sembró otras semillas, y pese a muchos fracasos también tuvo aciertos y es una cuestión que sigue abierta a diferencia de la del Congreso que posiblemente quede enterrada. En este caso uno de los mayores problemas fue el momento de formalización de la organización tras un lapso más flexible de coordinaciones y grupos por municipio. En el momento de dar esta discusión quedó planteada una contraposición entre la idea de una intersocial chica o una intersocial grande. La cuestión era que en el movimiento coexistían tanto organizaciones masivas de miles y decenas de miles de integrantes, con pequeñas organizaciones sociales, lo cual abría un debate sobre la representatividad y los mecanismos de decisión. La posición que terminó ganando fue la de la Intersocial chica, con una resolución que dejó descontentos a muchos que la abandonaron. La mesa chica de la Intersocial compuesta por PIT-CNT, FEUU, Fucvam, y la Intersocial Feminista, pasó a ser la dirección de la Intersocial.
Uno de los problemas que se puede señalar es que estas organizaciones en muchos casos ya tienen otras vías de coordinación directas, como para cerrar la dirección del movimiento en ellas. Además, en el momento en que esto pasó la mayoría de direcciones eran del PCU, lo cual acentuaba el carácter de gente que ya se encuentra en otros espacios. La intersocial llegó a tener participación en algunas movilizaciones, a organizar zonales y hacer actividades en algunos de ellos, a participar del referendum contra la LUC, en las ollas, y algunos hechos más. Pero luego comenzó a estancarse, y el intento de asociar esta experiencia con la del Congreso del Pueblo acentuó esto. La pandemia también hizo lo suyo.
A estas alturas, creo que el mayor valor que puede tener mantener viva la experiencia de la Intersocial, es orientarla a abordar la militancia en el territorio, pero apostar a darle una escala como la que se necesita para los problemas enormes que existen en este campo, lo cual tal vez podría hacerse apostando a abrir comités barriales de la Intersocial en muchos barrios, donde participen organizaciones barriales y coordinen para accionar con respecto a sus necesidades. Las situaciones que se están viviendo en muchísimos barrios populares requieren ser abordadas en un movimiento social que no puede construirse con unas pocas manos. Si no queremos que la solidaridad pierda contra la violencia, si queremos “sanar” como plantea Jones, hay que unirse para trabajar de forma fuerte en este tema. Los capitalistas y el Estado están empujando a una gran parte del pueblo uruguayo a una vida insana, casi imposible de vivirla sin enfermarnos, están destruyendo las perspectivas de las nuevas generaciones. Es tal vez la principal emergencia ante la que nos encontramos y la única fuerza de la que podemos esperar algo es de nosotros mismos.
Por otro lado, la experiencia de la izquierda radical pese a las limitaciones ya mencionadas llevó a apoyar el proceso que surgió en torno al proyecto de ATSS y la creación del MONDESS. Si bien la expansión final de la lucha del plebiscito dependió de las correlaciones de fuerza del PIT-CNT, del apoyo de la Coordinación de Sindicatos y de otros sindicatos a la propuesta del plebiscito, este proyecto logró dar sus primeros pasos gracias a la militancia del MONDESS, que organizó movilizaciones, hizo presencia en la prensa entregando el proyecto al poder ejecutivo, hizo talleres con el movimiento estudiantil, con FUCVAM, y logró una base inicial de apoyo al proyecto que fue importante para que al final terminase cuajando. Esto desembocó en la lucha por el plebiscito que fue al fin y al cabo el mayor ejemplo de frente único que hemos tenido en los últimos tiempos en nuestro país. Creo que no es menos importante señalar que de esta experiencia el PT y el 26M concluyeron que es posible la coordinación, e incluso hicieron del plebiscito el principal eje de la campaña de la UP-FT. La práctica de abrirse y compartir experiencias de militancia con gente que piensa distinto pero comparte objetivos, conecta y puede desembocar en la creación de nuevas redes.
Los intentos de construir una mayor unidad política del movimiento social y la izquierda existen. Ha faltado capacidad de asociarse con los diferentes, con los más chicos, con los más lejanos. Ha faltado sustentar la unidad en torno a proyectos claros, a ejes programáticos ordenadores. Ha faltado espíritu honesto de frente único, voluntad de no controlar todo. El PCU terminó haciendo una farsa del Congreso del Pueblo por no poder soltar el hecho de que otras tendencias puedan influir políticamente y por ajustarlo a sus propios tiempos. La UP-FT se formó pero no logró trabajar activamente en constituirse como un frente electoral y político por la enemistad de tradiciones de cada una de sus corrientes, que les impiden confiar en el otro para hacer cosas en común, dejando el frente en un frente oportunista. Cada uno de ellos está convencido de que tienen la razón y el otro no, y eso los lleva a no poder habitar tranquilamente un espacio donde la postura dominante no sea la suya. Falta sentarse a hablar de todas las cosas en las que ninguno de los dos sabe realmente qué hacer y sentarse a investigar qué es lo que sí se puede.
La unidad de los sectores más representativos con las organizaciones más chicas puede darse a través de la participación en un espacio que sintetizando la posición de todas las organizaciones más chicas tenga un voto de peso en la dirección. Mecanismos de este tipo, como separación en coordinaciones sociales y partidarias, son usados por organizaciones como La Francia Insumisa. Lo que es claro es que hay que darse la organización necesaria para que las luchas no queden solas, para que quienes se arriesgan a tomar medidas de lucha arriesgadas tengan quien los apoye, que quienes están ayudando en el barrio tengan más manos y más recursos, que recursos como los medios de comunicación, de transporte, de reunión, la educación, puedan girar mejor por el ecosistema compartiendose, en lugar de ser monopolizados por las organizaciones más poderosas.
Más allá de la unidad de la izquierda social y partidaria como campo, creo que hay otros elementos interesantes que podemos analizar de la izquierda partidaria. En primer lugar hay cuestiones para analizar sobre cada sector en sí mismo y luego sobre la relación entre ambos. En primer lugar, creo que nos encontramos frente a un campo de una izquierda partidaria que no termina de tener claro lo que quiere, y que en su gran mayoría no logra cumplir los roles que se propone cumplir.
La izquierda del FA viene perdiendo cada vez más hegemonía con respecto al MPP; la idea de una disputa interna del FA pierde cada vez más fuerza. Esto repercute en las dificultades de esta izquierda para ejercer su estrategia: conquistar lugares clave en el gobierno para impulsar reformas que ayuden a los trabajadores y a sus capacidades de organización y conectar esto con la movilización social que también impulsan. Salvo en algunos casos concretos de leyes como la de responsabilidad penal empresarial, los trabajadores rurales, las domésticas, derechos sindicales, etc, en los otros gobiernos no han habido grandes iniciativas que permitan comprender a los trabajadores que se está ante un proceso reformista radical por el cual vale la pena luchar.
Con la correlación de fuerzas actual en el gobierno esta cuestión se agudiza. Y pese a que este vacío posiblemente siga sin llenarse, lo que sí podemos esperar es que la izquierda del FA se vea obligada a chocar más con el MPP y sus aliados, como ya pasó en el plebiscito o con la discusión sobre el 1%, lo cual puede abrir nuevos caminos.
La izquierda radical por otro lado ha fracasado en proponer una política alternativa a la del FA. No ha logrado desafiar la hegemonía de las direcciones desmovilizadoras casi nunca, no ha logrado plantear la lucha por un programa obrero que vuelva a poner a la clase en el primer lugar, como alternativa a la colaboración de clases frenteamplista, ni ha logrado un gran aporte al debate político de la izquierda y sus perspectivas.
Si la izquierda FA se encuentra en retroceso, la radical está cerca de tocar fondo. En los últimos años sus organizaciones principales han sufrido la deserción de decenas de militantes, han perdido apoyo electoral, posiciones en sindicatos, etc. Su situación actual es la disyuntiva entre evolucionar o morir.
Por si fuera poco, ambas expresiones de la izquierda han tenido problemas para proyectar correctamente la relación entre ellos. Cualquiera de los dos ha estado cerca muchas veces de posturas donde el otro, en un mundo ideal, no debería existir. Para los radicales la existencia de la izquierda del FA es un engaño hacia los trabajadores para atraparlos en las redes de la colaboración de clase, y retarda su conciencia de apoyar a un partido que represente su independencia de clase. Mientras, para la mayoría de la izquierda FA los radicales son unos caprichosos e infantiles que evitan que gente de izquierda y combativa termine sumando a una construcción que sí aporta algo concreto, haciéndole así, el juego a la derecha del FA, y a la derecha tradicional.
De cierta forma los dos tienen razón y los dos se equivocan.
La política de la izquierda FA realmente coloca al movimiento obrero atrás de una política policlasista que en los hechos prioriza a los capitalistas. Pero si asumimos que el reformismo puede tener una conexión con la revolución, ya que la clase obrera necesita cambiar muchas cosas de la organización social y de sí misma antes de aspirar al poder, y que la independencia de clases no implica aislarse de otras, sabiendo que para lograr la hegemonía tenemos que convivir con ellas para atraerlas, la política de la izquierda FA no está tan equivocada. Más que criticar la impureza revolucionaria de la izquierda FA, los radicales podrían agradecer que estos ya se encargan de las tareas reformistas, dándoles la oportunidad de no ensuciarse las manos y de tomar el campo de las tareas más revolucionarias y clasistas para ellos. Si los radicales no son eficaces políticamente es por su propia incapacidad de construir un programa revolucionario conectado con la realidad, pasible de ser interiorizado por los trabajadores, no por culpa de los reformistas. Los primeros podrían entonces presionar a los segundos para que radicalicen su reformismo, podrían pensar proyectos radicales para marcar la agenda de los reformistas y podrían generar acontecimientos políticos que pongan a los reformistas en la retaguardia pero que los obliguen a movilizarse y a llevar a sus bases y a las bases del FA a los conflictos.
Por otro lado, la política de los radicales realmente arrastra a cientos de militantes valiosos a tareas muchas veces sin perspectiva alguna, malgastando su potencial. Además, su torpeza a la hora de plantear una alternativa puede terminar de decantar los apoyos hacia el FA como mal menor; o hacia la derecha por desesperanza en la izquierda. La izquierda FA debería sin embargo aceptar que todo esto tiene una razón de ser, que no es un capricho radical, y que si existe una izquierda por fuera del FA es porque realmente existe espacio para ella, es más, posiblemente el campo existente no sea representativo del campo potencial que podría ocupar la izquierda radical si hiciese bien su trabajo. Juntar fuerzas contra el neodesarrollismo, debatir con los cuadros más interesantes del campo radical, lograr tender puentes entre programa mínimo y programa máximo, son algunas de las tareas que la izquierda FA podría concretar con una perspectiva más abierta.
Hay aquí todo un campo de tareas de producción intelectual, de participación en los movimientos sociales y de defensa de una perspectiva de movilización y lucha, que son también patrimonio de organizaciones que no necesariamente aspiren a la toma revolucionaria del poder. Organizaciones como el PS se encuentran haciendo un buen trabajo de acercarse más a la idea de un partido no solamente con una intervención fuerte en el plano de la lucha por reformas, sino también en los movimientos y luchas sociales, y en la participación en los debates políticos y la educación. La experiencia de la fundación El Puente ha sido interesante en este sentido y tiene virtudes que no suelen verse en experiencias de este tipo. Esto acerca a la izquierda del FA a militantes socialistas que tienen ganas de hacer cosas ya y que no están para esperar a que surja el partido ideal que se imaginan, aunque sigan trabajando para que eso sea posible.
En este sentido, la izquierda radical probablemente tenga que reinventarse profundamente, al menos que la UP- FT logre hacer un gran proceso de autocrítica que le permita capitalizar el espacio necesario de la izquierda no frenteamplista. Lo primero sería asumir que por más cariño que se tenga a las tradiciones, en ellas no están todas las respuestas que necesitamos construir para transformar la realidad. Hay mucho por investigar, caracterizar, discutir, proyectar, cualquier proyecto de izquierda que no reconozca estas cuestiones nacerá esteril.
Para dinamizar este campo, probablemente haya que crear un nuevo reagrupamiento de militantes radicales críticos. Este campo no es tan chico como a veces piensan quienes lo subestiman. Se compone de todo tipo de sujetos, no sólo con militantes activos en algunos de los partidos o en organizaciones sociales, sino también con gente que comparte la sensibilidad pero ha dejado de militar estos sectores por desencanto, gente que vota al FA pero tiene un ojo siempre puesto en la izquierda radical para ver si se está logrando algo a lo que valga la pena sumarse, y en expresiones de descreimiento político como las que vemos en las encuestas, o en aquellos votos al plebiscito que no fueron a ningún partido. Un planteo interesante, abierto, claro, de reagrupamiento de todo este campo puede atraer a muchas de estas personas. En este caso, organizarse en torno a proyectos concretos que no partan de debatir qué tradición tiene la razón es muy importante para que prospere; enfocarse en las cosas necesarias que se pueden construir juntos y hacerlas.
Un ecosistema con una izquierda partidaria accionando desde distintos lugares es crucial. Necesitamos a los que pueden impulsar reformas legales que busquen ponerle límites al capital o subordinarlo a lógicas sociales, o a los que utilicen su presencia en el Estado para apoyar construcciones económicas u organizativas, a los que construyan iniciativas que rivalicen con el poder estatal, a los que toman la iniciativa de salir a las calles, a los que estarán dispuestos a quemar si es el único camino que queda para profundizar la lucha o defenderla, a los que van a mantener firme la lucha cuando otros duden por sus compromisos con su gobierno o coalición, también a los que no sólo aborden las urgencias sino que proyecten y difundan ideas de futuro (programas máximos). Muchos de ellos ya están, pero necesitamos su deseo mucho más volcado hacia afuera y no a su propia interna. Es decir, necesitamos partir del punto de que formamos parte de un campo de fuerzas vivas y que afectarnos bien con ellas es una de las claves para construir potencia.
Garantizar que esta sinergia funcione bien es lo más parecido que va a lograr un frente único en la izquierda partidaria uruguaya.
Si esta dinámica funciona bien, podría darse lo que Jones llama un “acelerador”, un concentrador de energía que acelere el tiempo histórico, que dé saltos cualitativos, cuyas consecuencias más importantes podrían ser: la presencia de la clase trabajadora con más fuerzas en todos los procesos, en la interna del FA y frente a los otros intereses de clase allí representados. El propio ecosistema pasaría a ser el centro gravitatorio de la política de izquierda en lugar del FA, pese a que luego unos y otros tomen distintas posiciones respecto a este. Creo que es fundamental que esto ocurra. Gran parte de nuestros problemas políticos tienen que ver con la ausencia de la perspectiva de la clase obrera en las grandes discusiones sociales. Una pregunta interesante es si el FA actual soportaría una correlación de fuerzas de hegemonía obrera, pregunta que puede agudizarse más con el gobierno actual y su perspectiva.
El tema no se agota en lo abordado en este artículo, muchas más discusiones serán necesarias. Este aporte busca brindar observaciones abiertas y experiencias, llamar a seguir formándonos sobre el problema de la organización y debatiendo al respecto, a militar de forma que logremos unir lo que está fragmentado, formar redes, tomar iniciativas innovadoras, hacer que la gente se conozca y construya. Para esto, la concepción ecológica puede aportar mucho y es importante sintetizarla y didactizarla para que se expanda por nuestras organizaciones.