La salud mental se ha vuelto un tema de preocupación pública. Se oye constantemente un reclamo urgente debido a la insuficiencia en la atención, la escasez de profesionales en los servicios de salud y la gran cantidad de personas que buscan ayuda sin conseguir respuestas, y esta situación es, en efecto, real. Cualquiera puede dar cuenta de esto. Es evidente que faltan respuestas y que también, sobran preguntas.
Este fenómeno no siempre existió: ¿Qué es esta crisis de salud mental? ¿Qué es lo que se reclama cuando se pide atención a este problema? ¿La demanda surge porque hay más visibilidad? ¿Es porque se han caído prejuicios? ¿Cómo llegamos a los consultorios? ¿Estamos preparadxs para encarar nuestra salud mental? ¿Vemos más el sufrimiento porque se incrementó un malestar social? ¿La angustia es generada por este clima de época? ¿Qué está pasando con el deseo, con los proyectos, con las ganas de vivir?
La discusión ha adquirido una dimensión social, política y económica. Se escucha en las redes sociales, en conversaciones cotidianas y aparece en los programas de los distintos partidos políticos. Es notorio que la gente está pasando mal. La depresión, la ansiedad y el estrés, además de sus efectos singulares, culturales y sociales, afecta la productividad generando un impacto económico significativo1. Cabe preguntarse: ¿es al reconocerse como un problema económico que comienza a demandar la atención de los gobiernos y del sistema económico capitalista?
Cuando algo se repite demasiado, puede llegar a vaciarse de contenido o, por el contrario, llenarse de contradicciones. Eso puede estar pasando con la idea de “salud mental”. Por esto, interesa reflexionar un poco acerca de qué discursos, ideas y posiciones coexisten detrás de dicha problemática.
Podríamos preguntarnos acerca de las formas en las que se presenta el tema, los lugares en los que aparece y los discursos que sostiene. En las redes sociales, por ejemplo, vemos un bombardeo de posteos que dicen derribar mitos, poner el tema en conversación y denunciar la falta de respuestas por parte del estado y las mutualistas. Pero también hay quienes directamente ofrecen indicaciones, consejos y herramientas con el fin de fomentar la salud mental. Por ejemplo, buscan ayudar a lxs demás tratando de contagiar pensamientos positivos, cambiando la perspectiva a la hora de pensar los problemas, difundiendo optimismo y “buenas energías”. ¿Qué efectos generan estos discursos? ¿Qué los estimula?
Podemos notar que las recomendaciones que circulan en las redes sociales, vinculadas a la promoción de salud mental, se enfocan en una diversidad de prácticas. Varias ponen el foco en el tema de la alimentación, proporcionando información nutricional exhaustiva y motivación para comenzar dietas. En combinación con esta temática se encuentra también una oferta infinita de rutinas de entrenamiento físico, alentando el fortalecimiento y la tonificación muscular. A su vez, existen cuentas que brindan consejos para mejorar la comunicación y construir vínculos sanos, ayudando a identificar prácticas relacionales poco saludables. También se incluyen aquellas que enseñan a identificar ciertas patologías, para ser más precavido a la hora de relacionarse. Otras ofrecen técnicas y estrategias para combatir la procrastinación potenciando hábitos más productivos…entre tantas otras más. ¿Será que el discurso social se apropió del cambio de paradigma según el cual la salud mental no es meramente la ausencia de enfermedad? ¿O que las exigencias para gozar de una exitosa salud mental cada vez son mayores?
Si scrolleamos más de la cuenta y nos detenemos un momento a escuchar la lista de recomendaciones quizás terminemos agobiadxs (quizás también ansiosxs, tristes, desbordadxs, insuficientes). ¿En qué momento estos consejos, en lugar de aminorar el sufrimiento, se vuelven obligaciones que agregan aún más presión? ¿Pueden terminar construyendo una serie de imperativos que se presentan como necesarios para gozar de un bienestar? Un bienestar en el que obligatoriamente hay abundancia, belleza, dinero, buenas energías, objetos, objetos, objetos y muchos pensamientos optimistas. Un discurso implícito que parece indicar que la salud mental supone cumplir con todos estos imperativos.
Mientras se diversifica y aumenta la exigencia en el discurso social para alcanzar el bienestar (sostenido por algunos discursos de la psicología, la nutrición, la educación física, la psiquiatría, el coaching, entre otros), también se alerta sobre el aumento de suicidios, los síntomas de ansiedad, fobias, depresión y estrés.
La exigencia no parece ser el único problema en este asunto, también aparece, en sintonía con el clima de época, la instantaneidad. ¿Cómo es posible abordar nuestros sufrimientos, duelos, tristezas, dudas, malestares, alegrías, acontecimientos, procesos, cambios, si no tenemos tiempo?
Mirar, escuchar, reconocer, establecer un vínculo con nuestra salud mental requiere presencia, paciencia, constancia, permanencia, elaboración. Requiere de un trabajo singular y colectivo, precisa de otrxs, precisa de una red que sostenga. Todas estas palabras parecen ser antagónicas con la urgencia.
El psicoanalista argentino Marcelo Percia2 al mirar la escena actual escribe: “Anestesias se han vuelto norma. Impasibilidades se han vuelto norma. Aislamientos se han vuelto norma. No hablar sobre lo que nos pasa se ha vuelto norma. Ansiolíticos y antidepresivos se han vuelto norma.”.
¿Quienes llegan a los consultorios? ¿Cómo llegan lxs que llegan? Con lazos sociales degradados, con poco tiempo para construir redes, apuradxs; con miedo a construir proyectos, a las guerras, a la catástrofe, a no ser suficientes, a lxs otrxs, con exigencias y mandatos imposibles de cumplir. ¿Qué pueden hacer lxs profesionales de la salud con este malestar?
Entre los discursos que se oyen también están aquellos que denuncian que sin justicia social no hay salud mental. Los problemas de los que venimos hablando están sostenidos en un sistema económico que para funcionar necesita expandirse y con su expansión destruye y explota, generando crisis financieras, energéticas y alimentarias. ¿Está entrelazada la demanda de salud mental con la necesidad de poner fin al sufrimiento provocado por la crisis estructural del sistema? ¿Puede esta demanda estar denunciando a su vez el daño causado por las consecuencias del neoliberalismo?
Sí, pero no de una forma inmediata. Las formas como las personas introyectamos las demandas que nos vienen del entorno no se reducen a este, y el sufrimiento que esto produce se vuelve un problema en sí mismo. Es decir, si muchos de los problemas que solemos asociar a la “salud mental” son en última instancia efectos del capitalismo neoliberal, también son específicamente cuestiones de salud mental en la medida que afectan la experiencia subjetiva de las personas. Con la complejidad adicional de que, en muchas ocasiones, los discursos que se producen pretendiendo abordar esta problemática, se convierten en una exigencia aún mayor, en un contexto donde las personas ya no pueden más. No solo se espera que produzcan más, sino que estén siempre bien, desde un estándar de lo esperable.
Convoquemos nuevamente a Percia3, quien nos propone pensar la vida como demasía en la que se está en tanto sensibilidades expuestas y desamparadas en una común intemperie planetaria. Propone un común vivir, que no es lo mismo que vivir con otros. Lo vivo en el común vivir se encuentra en la disparidad y en cercanías que no mandan ni prescriben. “Que no fomenten respuestas reflejas de cuándo reír y cuándo aplaudir(...) Proximidades que no obliguen reverenciar, venerar, repetir, lo que un poder espera escuchar.”
¿Qué pasa si nos reconocemos como sensibilidades desamparadas en una común intemperie? ¿Qué sucede si lo que nos une no es la fuerza, la belleza, el poder, sino la común debilidad, la torpeza, el no lugar, el no saber mucho cómo hacer? Una debilidad que padece, que necesita tiempo, caricias, comida, calor para ser indócil.
“Y que también sepa un radical rechazo de lo que daña, llámese individualismo o capitalismo, sujeción o normalidad.”
- Torres de Galvis, Y. (2018). Costos asociados con la salud mental. Revista Ciencias de la Salud, 16(2), 182-187. Retrieved December 08, 2024, from http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1692-72732018000200182&lng=en&tlng=es ↩︎
- Percia, M. (2024) Darse al fuego. Revista Adynata. https://www.revistaadynata.com/post/copia-de-darse-al-fuego-marcelo-percia ↩︎
- Percia, M. (2021). Un común vivir. Revista Lobo Suelto. https://lobosuelto.com/un-comun-vivir-marcelo-percia/ ↩︎