Agustina Blum Pérez y Federico Segredo Simonetti
Hay una verdad silenciosa que recorre el Palacio Municipal, el edificio central de la Intendencia de Montevideo: la precaria situación laboral de les pasantes en convenio con Udelar. Nadie la dice, quizás, porque decirla podría hacer consciente la contradicción y, cómo no, traer las peores consecuencias: desde críticas fundadas hasta algún escándalo electoral. Nadie la dice, tal vez porque la estructura de la Intendencia es complejísima y la información suele perderse en el laberinto, físico y emocional, de sus pasillos.
Lejos de querer azuzar el avispero —sabemos todes que las avispas trabajan para la derecha—-, interesa aquí plantear el debate de cómo la Universidad y la mayor fuerza política del país, compuesta por sectores de la socialdemocracia, el progresismo y la izquierda, son incapaces de transformar las realidades de sus trabajadores, y hasta de crear las mismas condiciones laborales que denostan en sus discursos.
La institución y sus espacios laborales
El organigrama del Gobierno Departamental de Montevideo presenta varias situaciones laborales precarias. Existen en esa estructura trabajadores de primera y de segunda: quienes logran ser propiamente funcionarios y poseen los derechos laborales correspondientes, y quienes ocupan cargos producto de pasantías y tercerizaciones. Estas últimas, que se rigen por la reglamentación vigente, encubren una relación laboral a través del filtro privado, que funciona como intermediario de la información oficial y de los derechos laborales. Por su parte, las pasantías surgen de un convenio pensado para realidades distintas a las de quienes en efecto las ocupan, y presentan una notoria falta de derechos laborales básicos en una fuerza laboral que —según números de 2021— supone un 10% del grueso de funcionarios de la Comuna.
El convenio y su realidad
Les pasantes IM-Udelar son estudiantes y egresades que, habiendo sido seleccionades a partir de un llamado de la Universidad, prestan su fuerza laboral a la Intendencia por un año, con posibilidad de renovación por otro año más. Se encuentra enmarcado en un convenio firmado en 2008 entre el rector Arocena y el intendente Ehrlich. Las pasantías varían según carga horaria (25 o 30 horas semanales, por lo general), turno (fijo o libre), modalidad (presencial o híbrida), así como el área de la que dependen. Cabe destacar que si bien la Udelar tiene un régimen de pasantías propio, el convenio entre Udelar y la IM no se encuentra regido por dicha ordenanza. Existe una serie de diferencias sustanciales entre ambos modelos de trabajo, entre las cuales se destacan el salario y los derechos laborales.
En cuanto a la remuneración, el estipendio (porque el reglamento no usa la palabra “salario”) es equivalente al de un asistente docente con similar carga horaria, grado que en la estructura universitaria es considerado de formación y tiene baja responsabilidad. Esto, sin embargo, no se traslada a las pasantías, variando sustancialmente la carga de trabajo según el área a la que se integren les pasantes.
Otra gran diferencia es el cobro del aguinaldo que no se percibe bajo el régimen IM-Udelar. Mientras la ordenanza de pasantías Udelar contempla, como debe ser, el pago del salario trece, a ejecutarse en dos mitades en junio y diciembre, las pasantías IM-Udelar mantienen desde su origen la práctica de no pagar aguinaldo a quienes cumplen las funciones.
La precariedad de esas pasantías podría empujar a les pasantes al multiempleo como método de subsistencia. Sin embargo, el convenio tiene una cláusula que impide tener otra fuente laboral que no sea la investigación o la docencia. Asimismo, esta cláusula no termina de quedar del todo clara porque, pese a que el reglamento de pasantías IM-Udelar no lo especifica, se estila que solo pueden tratarse de esas áreas a la interna de la Universidad. Esto termina jugando con la necesidad de quienes se presentan a estos llamados ya que por un lado las pasantías promete una experiencia laboral cercana a la formación realizada, pero por el otro, en el mejor de los casos la retribución ronda los treinta mil pesos por mes y se coarta la posibilidad de complementar el magro “estipendio” con otras actividades laborales. En definitiva, es un convenio diseñado para un joven estudiante imaginario que no depende de su sueldo, y que pierde el foco en la realidad de les estudiantes universitarios, que, por la naturaleza de la evaluación de méritos, llegan a estas pasantías con sus carreras bastante avanzadas. Esto implica una política bastante elitista, que reproduce las desigualdades con las que se llegan a la Udelar.
En materia de derechos la cosa es más compleja. Es posible leer minuciosamente el convenio y el reglamento vigentes y ver, por ejemplo, que les pasantes disponen solo de 6 días por enfermedad, superados los cuales les supervisores tienen la libertad de terminar la vinculación laboral. Del mismo modo, los días por estudio están supeditados también a la aprobación de sus superiores, como si se esperara de les pasantes que se hicieran cargo de las necesidades urgentes de cada sector. Esto va en contra del cargo equivalente en la Universidad, de baja responsabilidad y pensado para la formación. Esta arbitrariedad hace que las experiencias sean diversas y se amplíe la dificultad para identificar los problemas del convenio frente a los provocados por el hábitus de la comuna montevideana.
Sobre cómo organizarnos
Frente a las dificultades que se presentan, una de las estrategias de les pasantes ha sido tratar de organizarse. A partir de intercambios online, y con los pocos vínculos que se habilitan en la estructura de la comuna, se crea el Sindicato de Pasantes Udelar-IM. Es interesante pensar que el germen de estos encuentro se da a partir de vínculos previos que les pasantes han construído en los centros de estudiantes y la Federación de Estudiantes Universitarios Uruguay (FEUU), porque las redes se construyen y se traen desde la Udelar en independencia del espacio habitado que es el edificio de la Intendencia.
Al ser estudiantes de la Udelar, la FEUU ha apoyado algunos reclamos, como el de tener el día libre cuando se celebran las elecciones universitarias. Se han mantenido diálogos con la Asociación de Empleado y Obreros Municipales (ADEOM) para poder vehiculizar las demandas del sindicato y se llegó a un acuerdo de que es necesario que el Sindicato de pasantes realice un documento con la plataforma reivindicativa para poder discutirlo tanto en ADEOM como en el PIT-CNT.
Hace por lo menos un año que se intenta crear ese documento, aunque esta tarea ha demostrado ser más compleja de lo previsto, por la variedad de experiencias, por la falta de encuentro donde poder delinear estrategias de acción, y porque el único medio de difusión de estas actividades ha sido Whatsapp. Además, no hay que olvidar que se trata de un contrato de un año con posibilidad a dos, lo que introduce dificultades para sostener en el tiempo las demandas, los vínculos, las tareas y la memoria.
Entonces ¿por qué se sostienen y defienden estos contratos desde los baluartes intelectuales de la izquierda en la IM y la Universidad? ¿Por qué habilitamos que persistan estas realidades? Las fundamentaciones posibles son miles, todas ellas asentadas en las tradiciones institucionales: desde pensar en que los tiempos pasados fueron peores, hasta culpar a los gobiernos colorados por haber dejado instalada esa estructura en el Gobierno Departamental de Montevideo. No falta tampoco el argumento de que el Estado no tiene dinero para poder cubrir tantos gastos, que se trata simplemente de una pasantía, que no se puede pedir más, que en el fondo lo que se quiere es no laburar. Como suele suceder en la Udelar y el Frente Amplio, nunca parece ser el momento indicado para plantear estas discusiones, ni las formas correctas, ni las demandas válidas. Pero si las tradiciones implican esta inercia precarizante, solo desafiándolas se podrá romper el ciclo.